Herbert Diess, CEO del grupo VW, declaró recientemente que los vehículos autónomos representan “el verdadero cambio” para la industria automotriz, añadiendo que la transición hacia la electrificación ha sido “de alguna manera fácil” en comparación con lo que vendría con el coche autónomo. Agregó también que 85% del negocio de VW estaría en autos privados, propios y compartidos en servicios de renta para 2030. El restante 15% sería de vehículos lanzadera, públicos, basados en movilidad como un servicio.

Posiblemente, el tiempo le dará la razón a Diess. El camino hacia la electrificación, que se antoja lento en muchos países, incluyendo a México, avanza a buenos pasos en los principales mercados. En el mundo existen cerca de 12 millones de autos eléctricos y, con un mercado chino vibrante y la gran mayoría de las armadoras tradicionales con vehículos eléctricos ya en producción, es de suponerse que durante esta década veamos un crecimiento acelerado de esta tecnología.

Pero el gran paradigma se encuentra en la tecnología de conducción autónoma. El camino no ha sido sencillo. Tesla, uno de los máximos exponentes de esta tecnología, se encuentra en investigación en Estados Unidos por la NHTSA (National Highway Traffic and Safety Administration), por 12 incidentes relacionados con el modo autopilot, en los que estuvieron involucradas 18 personas, y una de ellas falleció.

A pesar de ello, Tesla mantiene que la tecnología sigue siendo segura. De acuerdo con la empresa, en el primer trimestre de 2021, se registró un accidente por cada 4.19 millones de millas conducidas en modo autopilot. En comparación, información proveniente de la misma NHTSA muestra que en Estados Unidos ocurre un accidente cada 484 mil millas. De acuerdo con esta información, la tecnología de conducción autónoma de Tesla haría sus automóviles 10 veces más seguros que el promedio.

Tesla no es la única que ha desarrollado sistemas de conducción autónoma. Prácticamente todos los fabricantes tienen proyectos en curso. Los gigantes tecnológicos también han incursionado en este campo. Google, a través de su proyecto Waymo, ha estado trabajando en el desarrollo de la tecnología por más de diez años y actualmente se encuentra en modo prueba. A diferencia de Tesla, no parece estar buscando un vehículo propio, sino comercializar la solución hacia otros fabricantes. Incluso, ha diseñado un auto que no cuenta con volante ni pedales. Su idea es remover la interacción del ser humano en la ecuación.

Lo cierto es que el desarrollo y adopción de la tecnología de conducción autónoma parece estar más limitado por la regulación y la integración de distintos elementos que mejoran la seguridad de la tecnología. Para que la tecnología realmente funcione, se necesita mucho más que cámaras, sensores y algoritmos. La infraestructura existente en las ciudades y su diseño requerirán cambios profundos y más en países en desarrollo, donde el concepto de ciudades inteligentes es un sueño lejano.

Los vehículos autónomos encontrarán un mejor caldo de cultivo cuando, por un lado, integremos más sensores en las calles y mejore la señalización, pero también cuando el transporte público absorba, en mayor medida, gran parte del tránsito vehicular privado y muchos de nosotros adoptemos la movilidad compartida como paradigma.

Diess está en lo correcto al señalar que el verdadero cambio vendrá por ahí. Los vehículos autónomos permitirán reducir significativamente la proporción de accidentes pero, sin duda, tendrán un impacto mucho mayor al reducir la congestión y, por consiguiente, las emisiones de las grandes ciudades. El reto no depende sólo de la industria automotriz, sino de todos.

*Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

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