Después de una larga e intensa campaña electoral, la gran mayoría de los mexicanos apostó el pasado 2 de junio por el proyecto de Claudia Sheinbaum, quien aportará, seguramente, continuidad al actual gobierno en muchos aspectos y, quizá en otros, nuevos proyectos para el país. La llegada de esta nueva administración federal representa un buen momento para reflexionar sobre política industrial, y en concreto, los planes que se requieren para seguir fortaleciendo a una de las industrias más importantes de México: la automotriz.
México actualmente produce 4 millones de vehículos, de los cuáles 3 millones son automóviles ligeros. Esto lo convierte en el séptimo productor a nivel mundial, muy cerca de Alemania, y el mayor productor de América Latina. Su posicionamiento global es aún mejor cuando se trata de autopartes: tan sólo en 2023, México produjo más de 120 mil millones de dólares de componentes de vehículos, lo que lo sitúa en el cuarto lugar a nivel mundial y el principal exportador de autopartes hacia los Estados Unidos.
La industria es de suma relevancia para el país ya que emplea a más de dos millones de personas y contribuye con 4.7% al productor interno de México. Los más de 14 tratados de libre comercio y su proximidad con el segundo mayor mercado de vehículos hace de México un destino ideal para las inversiones del sector.
¿Qué sigue para México? La primera planta de automóviles del país fue instalada por Ford en 1925. Desde entonces, más de 20 plantas han entrado en operación en el centro y norte del país. En nuestro país se ensamblan vehículos de todo tipo: compactos, sedanes, SUVs, pick-ups, vehículos premium y, más recientemente, autos eléctricos, en plantas de Ford, General Motors y JAC.
Recientemente, Audi también anunció una inversión de más de mil millones de euros para equipar la planta de San José Chiapa con el objetivo de producir en México su línea de automóviles eTron. Durante el anuncio, el gobernador de Puebla, Sergio Salomón, enfatizó la importancia de Puebla como un “hub de electromovilidad” y un centro de “mentefactura”.
El comentario quizá esté en la dirección correcta y me parece que ese es el camino. Si México quiere destacar como un hub de movilidad, la nueva administración tendrá que definir una política pública clara y que pueda incidir en este objetivo. Los anuncios de BYD y Audi apuntan en esa dirección. Sin embargo, no basta con tener la apertura hacia estas inversiones y otorgar facilidades para su instalación. La política deberá ser más integral: debe lanzar un mensaje de que México no sólo manufactura, sino también crea tecnología y adopta prácticas sustentables.
En este camino, se debe estimular una mayor inscripción de alumnos en carreras STEM (ciencias, tecnología, ingenierías y matemáticas) así como el desarrollo de carreras técnicas ad hoc, mejorando el desempeño de nuestros alumnos en pruebas como las de PISA. Este camino debe también incentivar una mayor actividad en investigación y desarrollo no solo a nivel público sino privado. Una nueva política tendría que estar buscando objetivos muy específicos para atraer actividades importantes de la cadena de producción de baterías, en concreto la refinación de litio y otros minerales clave, producción de cátodos, celdas y paquetes de baterías.
En paralelo a la llegada de inversiones, deberíamos tener un agresivo plan de electrificación del parque vehicular: más incentivos para la compra de vehículos híbridos y eléctricos y una mayor inversión para el desarrollo de la infraestructura de carga. Todo esto complementado con mayores inversiones en plantas de generación de electricidad a partir de energías renovables.
Una política industrial que haga de México un hub mundial de electromovilidad resulta loable y deseable. El próximo sexenio resultará clave en hacer que el país pueda recorrer esta transición.
*Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School.