La pregunta no es si la actuación del multimillonario Jeff Bezos, dueño del Washington Post, es válida y/o adecuada. La cuestión es otra: ¿tienen derecho los dueños del mundo y de las vidas de millones de seres humanos de modificar a su antojo, necesidad y gusto la política de periódicos señeros, en este caso el Washington Post, fundado en 1877, medio fundamental para quienes buscan información veraz y no fake news.
El magnate compró el Post en 2013. Costó 250 millones de dólares. Bezos es el segundo hombre más rico del mundo. Actualmente su fortuna asciende a 197 mil millones de dólares. Siendo dueño permitió, en aras, pienso, de cierta cordura y democracia, contabilizar cada día las mentiras de Donald Trump; sus falacias, durante su mandato, fueron, cifras más, cifras menos, 30 mil fake news. ¿Sirvió el ejercicio del Washington Post? No creo que los amantes/fanáticos de Trump hayan cambiado su forma de pensar tras escuchar tantas groserías y sandeces, quizás incluso su acción le granjeó más votos.
Hoy, a días de la nueva elección, “buen número” de hispanos, mujeres y negros apoyan su candidatura. De lo que sirvió el Post fue para ofrecer a quienes desean vivir en un mundo menos enfermo, contar con datos veraces acerca de los peligros del maléfico Donald.
Desde hace décadas los rotativos han apoyado a los candidatos presidenciales y/o al menos, comparten información apropiada para que los lectores “indecisos” elijan. Días atrás, otro medio estadounidense legendario, New York Times, publicó una carta firmada por más de 80 Premios Nobel estadounidenses en las áreas de química, economía, física y medicina en apoyo a Kamala Harris. Ignoro si la carta fue pagada o no. Ignoro, asimismo, si Bezos hubiese permitido difundir la misiva a pesar de la trascendencia de los firmantes. El magnate también tiene la obligación de recordar: el Post desveló el caso Watergate.
¿Puede el poder de Bezos silenciar a columnistas que apoyen a uno u otro candidato? Supongo que no, pero, el poder genera poder y el Poder con mayúsculas, como gustaba escribir Pier Paolo Pasolini, puede rebasar cualquier frontera, sobre todo si el dueño maneja su vida y la de tantos otros por medio del dinero.
Aunque ni siquiera a Bezos le quite un minuto de sueño, tras su decisión —tomo datos del artículo firmado por Miguel Jiménez, The Washington Post, El País, 28 octubre, 2024— más de 200 mil suscriptores han solicitado darse de baja, no necesariamente, pienso, porque apoyan a Harris, sino, más bien, por no subsumirse al dictado de las cuentas bancarias. La historia, aunque Bezos no la conozca o la desdeñe, importa. “El Post lleva pidiendo el voto para uno de los dos candidatos desde 1976, cuando se pronunció a favor de Jimmy Carter. En las dos últimas elecciones apoyó a los candidatos demócratas, Hillary Clinton y Joe Biden”. Bezos también debe enterarse que su decisión ha provocado dimisiones en el consejo editorial, como explica Miguel Jiménez, entre ellos, la de David E. Hoffman, quien lleva trabajando en el medio 42 años y que justo ahora recibió un premio Pulitzer por sus columnas sobre la autocracia. “Poderoso caballero es don dinero”, advirtió Quevedo, frase veraz, pero, afortunadamente, con bemoles, como el Pulitzer.
Martin Baron, exdirector de The Washington Post, en visita reciente a Argentina donde presentó su libro, Frente al poder. Trump, Bezos y el Washington Post, aseguró, “Trump y Milei critican todo el tiempo a la prensa con la idea de socavar su papel en una democracia”. Baron también aclaró que Bezos no censuró a los columnistas.
Entramado complejo el del periodismo contemporáneo. Los sucesos en el Post no han terminado y conllevan muchas preguntas. Observemos.
Médico y escritor