Los refranes populares resumen en pocas palabras años de vida: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”. Ignoro quién acuñó la máxima y desde cuándo se repite. No desconozco, en cambio, la poca sensibilidad de nuestra especie. Con frecuencia me cuestiono y cuestiono los beneficios del progreso. Avanzamos y retrocedemos. Ambas ideas son reales. Teniendo en cuenta el progreso acumulado, retroceder debería ser un fenómeno poco frecuente y poco nocivo.
Las pandemias, como la del coronavirus que ahora nos tiene sometidos, y la humana, la cual es parte de nuestra arquitectura y añeja realidad, muestran cuan torpe es nuestra especie. Así es la condición humana: construye, destruye, siembra, arrasa. En tiempos de pandemias, virales y humanas, reflexionar sobre nosotros y los otros es obligatorio. En 1962 Erich Fromm intituló uno de sus libros, ¿Podrá sobrevivir el hombre? Hasta ahora, pese al hombre mismo lo hemos logrado. ¿Se modificarán las prioridades humanas cuando finalicé la pandemia producida por el Covid-19?
Las tragedias deberían servir. Hasta ahora no se sabe el origen preciso del “nuevo” coronavirus. Tanto la ciencia como la sabiduría popular apuestan en la misma dirección. El ser humano ha modificado ad nauseam el equilibrio ecológico. El fino y sabio balance de la Naturaleza, sin obviar los ciclos propios de ella, se ha roto. Las intervenciones humanas no son gratuitas. La distancia entre catástrofe y calamidad es inmensa.
El término catástrofe se utiliza para designar “la desgracia, el desastre o la miseria provocadas por causas naturales que escapan al control humano”. Ciclones, maremotos y temblores son parte de la vida de la Tierra. Calamidad denota “aquella desgracia, desastre o miseria que resulta de acciones humanas intencionales”. Si aceptamos que la tala desmedida de árboles, la contaminación de mares y ríos, la invasión de cemento en áreas otrora naturales y privilegiadas y la infección del aire es voluntaria, es dable concluir que el ser humano derruye en busca de sus beneficios económicos sin importar cuánto destruye y sin cavilar en el compromiso con las generaciones venideras y con la casa Tierra.
Las piedras con las que tropieza el hombre son —somos— los hombres. Removerlas no es fácil. Cada vez somos más seres humanos, y, a la vez, somos menos. Los más, los privilegiados, son aquellos cuya calidad de vida se debe al progreso: tecnología ilimitada, medicamentos nuevos y eficaces, alimentos saludables y un largo etcétera. Los menos son los 3,400 millones de personas que superviven con menos de 5.50 dólares al día, es decir, casi la mitad de la población mundial de acuerdo al último censo. ¿Es la mitad de la población que supervive otra forma de calamidad? Las calamidades humanas son infinitas, unas peores que otras. El problema es inmenso. En 2020 habitan y destrozan la Tierra 7,700 millones de personas. La Tierra tiene límites. Las piedras humanas carecen de ellos.
El crecimiento sin freno de la humanidad y sus necesidades in crescendo han modificado las relaciones entre la especie humana y la Naturaleza. Si bien, los pobres, los condenados de la Tierra como los denominó Frantz Fanon, generan cambios negativos en su hábitat para no morir, o al menos morir en menor número por hambre o infecciones, los dueños del planeta destruyen sin cesar. Para ellos, la ética de la Tierra, frase acuñada por Aldo Leopold en su libro A Sand Country Almanac (1948), no existe. Al no tener la capacidad de pensar en los otros, los poderosos son los responsables de las calamidades experimentadas por los pobres. La idea central de Leopold, “Una cosa es buena cuando tiende a preservar la integridad, estabilidad y belleza de la comunidad biótica, colectivamente entendida como ‘la Tierra”, es, para la satrapía política y los grandes consorcios, letra muerta.
Si los depredadores humanos tuviesen una mínima ética, quizás, escribo quizás, la pandemia del Covid-19 no existiría. De la que no escaparíamos, a pesar del “progreso” y del conocimiento es de la viremia humana. Si seguimos tropezando…
Médico y escritor