En mis dos últimas entregas, Ser judío, reflexioné sobre los incontables avatares incluidos en el universo ser judío, avatares que se reproducen con creces debido a la terrible realidad de gazatíes e israelíes. Aunque el conflicto entre los diversos líderes de Gaza, hoy representados por los siniestros miembros de Hamas, e Israel, dirigido por el inefable Netanyahu, tiene larga data, el presente enfrentamiento es el peor. Entre más transcurre el tiempo los políticos deseosos de hacer la paz pierden; entre más meses se suman, los inocentes pierden.

Los muertos acumulados profundizan el abismo: cada cadáver aleja las posibilidades de reconciliación e incrementa el odio. La relación entre muertos y paz es inversamente proporcional amén de incrementar el fanatismo. ¿Finalizará algún día la pesadilla?, ¿será posible detener dicha espiral? En uno de mis artículos previos cité a David Grossman; del mismo artículo Israel is Falling into an Abyss (marzo 1, 2024, NYT) copio otras líneas: “La magnitud de los sucesos del 7 de octubre borran nuestro recuerdo de lo que sucedía antes… unos nueve meses antes de la masacre ya estaban apareciendo grietas alarmantes en la sociedad israelí. El gobierno, con Netanyahu a la cabeza, intentaba introducir a toda costa una serie de medidas legislativas diseñadas para debilitar la autoridad de la Corte Suprema, asestando así un golpe letal al carácter democrático de Israel”.

Durante años Israel fue una democracia. Cito dos ejemplos. Moshé Katzav, presidente entre 2000 y 2007 fue retirado de su cargo en 2007 para afrontar cargos por agresiones sexuales a sus subordinadas; Ehud Olmert, Primer Ministro entre 2006 y 2009, fue encarcelado durante 19 meses por corrupción.

En los últimos años, bajo la égida de Netanyahu y sus ministros fanáticos, la democracia ha ido esfumándose, causando un inmenso daño a la imagen del país del cual es posible que nunca se recupere. Gran respiro han sido las recientes manifestaciones contra Netanyahu: en Jerusalén, Tel Aviv y cincuenta ciudades más pequeñas; los manifestantes exigen su dimisión. Familias de rehenes secuestrados en Gaza se sumaron a la manifestación pues consideran que Netanyahu ha sido un obstáculo para el intercambio de rehenes israelíes —si acaso siguen vivos— y presos palestinos. Los asistentes corearon “¡Elecciones ya!”. Yair Lapid, líder de la oposición dijo, “Cada uno que se sienta hoy en el gobierno tiene parte de la responsabilidad. Cada ministro que no dimite, cada diputado que no vota contra el Gobierno… tiene parte de responsabilidad”.

El poder de Irán, una de las naciones más cancerosas del orbe, y el incondicional apoyo de Qatar a Hamas aunado a la hambruna y a la inhumana realidad de sus habitantes impiden manifestaciones similares en Gaza.

Imposible no condenar la muerte de 12 gazatíes ahogados al tratar de recuperar del mar ayuda humanitaria tal y como lo informó la ONG Euro-Mediterranean Human Rights Monitor. Imposible eximir a Bibi y sus patanes de la muerte, el 2 de abril, debida a un bombardeo, de siete trabajadores de World Central Kitchen, la ONG de José Andrés, el chef español. Los costos colaterales carecen de perdón. Las vidas truncadas son heridas contra la humanidad.

La impensable simbiosis entre Hamas y Netanyahu, enfatizada por Haaretz, periódico israelí “de izquierda” es la responsable de la muerte de miles de gazatíes, y de las brutales atrocidades cometidas por Hamas el 7 de octubre de 2023. Netanyahu y sus esbirros deben terminar en la cárcel. Lo mismo debería suceder con los terroristas de Hamas. Guardo esperanzas: espero ver tras las rejas a Bibi. No guardo esperanzas en ver tras las rejas a los líderes de Hamas: cero democracia es la regla del trinomio Irán, Qatar, Hamas.

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