He estado en vano esperando alguna nueva declaración histórica de Miguel Barbosa Huerta, gobernador del estado de Puebla a partir de agosto de 2019. Barbosa es militante del partido Movimiento Regeneración Nacional. De igual forma, he aguardado alguna pronunciación de sus compañeros, e incluso de Andrés Manuel López Obrador sobre sus ideas.

Miembro del conclave morenista, sus camaradas tienen, o al menos así lo dicta la lógica, responsabilidades sobre sus agremiados y corresponsabilidades por las posturas y declaraciones públicas de quien habla en nombre del partido. Resalto dos reflexiones del mandatario poblano para explorar el inquietante silencio de sus compañeros partidistas, con quienes Barbosa comparte derechos y obligaciones.

El affaire Barbosa me recuerda una de los nauseabundas y vergonzosas exposiciones públicas cuando Peña Nieto —¿dónde está?— era candidato a la presidencia de la República. La historia es conocida. En la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, en 2011, el entonces candidato del PRI no supo, tras ser cuestionado por un reportero, enumerar tres libros. No me sorprendió la nula preparación del señor, lo que me inquietó sobremanera fue la mediocridad e ineptitud de su equipo asesor por no haberle explicado que acudía a una feria de libros, no de zapatos, no de automóviles. Si sus asesores hubiesen tenido un mínimo de inteligencia y malicia le deberían haber sugerido, en el avión, antes de aterrizar en Guadalajara, memorizar y decir en voz alta el nombre de tres libros. Peña Nieto reprobó; mostró quién es él y quién era su PRI.

Barbosa tiene historia política. Fue presidente estatal del PRD en Puebla y Consejero Nacional entre los años 1998 y 2000, diputado federal en 2000-2003, presidente de la Mesa Directiva del Senado de la República durante el Tercer año de la LX legislatura (2014-2015). Barbosa nació en 1959. De acuerdo a su biografía, sus primeros acercamientos políticos datan de 1994, fecha en que estableció contacto con Cuauhtémoc Cárdenas, ante quien manifestó su interés por afiliarse al PRD. En 2019 fue electo gobernador de Puebla con una tasa cercana de abstención del 70%, lo cual lo convirtió en el gobernador con menor apoyo en las últimas décadas. Tiene, al menos, treinta y cinco años en contacto con la política. Todo un currículo en esas lides y no pocas experiencias al lado y al frente de sus compinches morenistas.

Dos aseveraciones históricas de Barbosa. El 25 de marzo la prensa reprodujo la siguiente declaración como parte de la información estatal que confirmaba que 38 poblanos tenían positiva la prueba de coronavirus: “Hay mucha gente de las 40 personas (infectadas), algunos son padres de familia, sí. La mayoría son gente acomodada, ¿sí lo saben o no? Si ustedes son ricos tienen el riesgo, si ustedes son pobres, no. Los pobres estamos inmunes”.

En octubre de 2019, tras reiterar que él ganó la elección a gobernador en 2018 y que sus oponentes se la robaron, aseveró, en relación a la panista Martha Erika Alonso y su esposo Rafael Moreno Valle, quienes murieron en el helicóptero en el cual viajaban: “Yo gané, me la robaron, pero los castigó Dios”. El castigo, explicó Barbosa, era merecido por el fraude cometido durante los comicios de 2018.

En Puebla viven poco más de seis millones de habitantes. La voz de su gobernador es esencial. La presencia de su partido también lo es. Si Barbosa invoca a Dios para explicar el accidente del helicóptero, omitió explicar por qué también acabó con la vida del piloto y el copiloto. Dios, pienso, no admite sesgos: todo o nada. Si Barbosa asegura que el coronavirus distingue entre ricos (fifís en el argot de la Cuarta Transformación) y pobres, debería compartir sus estudios científicos acerca de las propiedades marxistas del virus. Imprescindible saber la opinión de López Obrador y Morena sobre su compañero Barbosa.



Médico y escritor

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