Tengo la manía de guardar artículos. Muchos son antediluvianos: fotocopias ordenadas por temas, en folders, con notas en la ceja. Escojo Pobreza y salud. Los nativos de Internet no conocen esa manía: es antiecológica, ocupa espacio y ordenar textos requiere tiempo. Hojear artículos me gusta y me sirve. Las reflexiones que hoy me ocupan provienen de esa carpeta y de la insalubridad de México en 2023.

Dos datos imposibles de conciliar. De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) el número de mexicanos sin acceso a la salud, entre 2018 y 2022 se incrementó. Hace cinco años 20.1 millones no tenían acceso a distintos servicios de salud; en 2022 la cifra se elevó a 50.4 millones (la población actual es de 126 millones). La misma fuente informó que entre 2016 y 2022, 5.4 millones de personas salieron de la pobreza: de los 52.2 millones que presentaban en 2016 carencias económicas y sociales, seis años después la cifra disminuyó a 46.8 millones. Sin embargo, la población en pobreza extrema aumentó en el mismo periodo de 8.7 a 9.1 millones.

Al combinar los datos anteriores la realidad escuece. Destacan dos miserias, económica y moral, es decir, política. En 2022, 36 de cada 100 personas presentaban al menos una carencia social y tenían un ingreso mensual insuficiente para adquirir alimentos.

Los datos anteriores alarman. Afirma Coneval: disminuyó la pobreza. Afirma Coneval: la desprotección absoluta en el rubro salud creció. México, debido a políticas inadecuadas y a hurtos desmedidos por las mafias políticas se encuentra sumido en uno de los peores universos: pobreza y enfermedad exponen a poco menos de la mitad de la población a enfrentar, sin recursos, los gastos asociados a enfermedad. Agrego otro factor: el envejecimiento de la población implica un mayor número de patologías crónicas; los males crónicos requieren gastos inmensos.

La suma previa sume a la familia en un callejón sin salida: se endeudan para confrontar, muchas veces sin éxito, los denominados gastos catastróficos en salud, esto es, el dinero invertido para atender el financiamiento médico de un familiar. Las cifras difieren. De acuerdo a cálculos conservadores la familia eroga entre 30 y 50 por ciento de sus salarios o de sus ahorros. De acuerdo a mi experiencia, cuando laboraba en el sector salud gubernamental, los gastos pueden rebasar el cien por ciento: los seres cercanos se endeudan y piden prestado, en ocasiones, para transportar el cadáver a su pueblo natal de quien acudió a atenderse a una ciudad con nosocomios de calidad.

Los gastos catastróficos en salud son una de las mayores lacras de cualquier gobierno. México como ejemplo: la familia se empobrece más y sus miembros incrementan el número de millones de connacionales sin ninguna atención médica. Círculo demoniaco. Las naciones con cuarenta por ciento de habitantes sin salud carecen de presente (no escribo futuro).

Comparto un viejo estudio, The Black Report (1980), llevado a cabo en Inglaterra. El estudio comparó la mortalidad entre 1931 y 1981 entre diversas clases económicas. Entre otros factores destacó: A) Las diferencias en clases sociales son determinantes: mueren antes los pobres. B) Las diferencias en clases sociales afectan la salud; los pobres enferman más. C) Las diferencias en clases aumentaron a través de los años. D) El informe contrastó la mortalidad entre individuos no calificados, entre parcialmente entrenados y personas con carreras universitarias. Las diferencias fueron significativas: vivían más años los mejor calificados.

Es una pena que nuestros políticos no conserven, ya no digo estudien, sus viejos artículos.

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