Louis Pasteur; Pasteur, ¿por qué no regresas?; Pasteur: políticos versus salud; Pasteur y Covid-19 , o Pasteur e Infodemia son algunos títulos posibles de este artículo. Por su sencillez escogí el primero. El pasado diciembre se cumplieron ¡dos siglos! del nacimiento del gran Pasteur. Los signos de admiración no sólo reafirman el paso del tiempo, hacen hincapié en la inmensa visión del químico y bacteriólogo francés cuya labor cimentó, entre otros descubrimientos, la pasteurización —proceso por el cual, por medio del uso de temperaturas altas reduce o elimina bacterias o levaduras—; Pasteur refutó la teoría de la generación espontánea —hipótesis que sostenía que algunas formas de vida, animal o vegetal, surgían de manera espontánea a partir de materia orgánica e inorgánica— , así como el desarrollo de las teorías sobre los orígenes de las enfermedades infecciosas, gracias a lo cual se le considera el padre de la microbiología.
Amén de lo señalado, Pasteur se involucró en el desarrollo de las vacunas contra ántrax y rabia. Debido a las aportaciones anteriores y otras, es muy probable que pocas personas hayan salvado más vidas que él. En épocas Covid-19, y en medio de las enfermedades que acechan y amenazan al mundo, sobre todo por la inoperancia de la inmensa mayoría de los políticos contemporáneos —uno es más ineficaz que otro y el otro es más idiota que los otros—, revisitar a Pasteur es imperativo.
Ha transcurrido siglo y medio desde que el también matemático descubriese el origen infeccioso de algunas enfermedades. Incluso antes de la pandemia por Covid-19, el 20% de las muertes actuales se deben a procesos infecciosos, la mayoría en países pobres; dichas defunciones se relacionan, además de la pobreza, a la incapacidad de los políticos para dialogar con científicos y a la escasa visión y desinterés de los últimos para diseminar sus ideas con la sociedad y de contar con los elementos suficientes para convencer, tanto a políticos como a la sociedad, de la imperiosa necesidad de las ciencias.
Todo un mare magnum enfermo. La pregunta, ¿dónde se inicia el problema?, destapa una cadena de problemas inmensos, cuyo eje, hablemos desde el escepticismo y no desde el burdo triunfalismo de los políticos, deviene una sarta de problemas inmensos. La mayoría de las infecciones letales y sus víctimas, incluyendo los decesos actuales por SARS-CoV-2, suceden en comunidades pobres. La historia de los pobres, de sus enfermedades, de sus muertes tempranas, dos o tres décadas antes que las de los habitantes de países ricos, es la historia de la humanidad y de la inoperancia y robos sinfín de la ralea política.
En 2023 el mapamundi contemporáneo muestra un panorama similar: ¿cuántos políticos merecen respeto?, ¿cuántos de ellos mejorarán la situación de sus connacionales? La pandemia actual y la generación de la infodemia, neologismo aceptado por la Real Academia de la Lengua Española, es una nueva pseudo enfermedad. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, la infodemia se refiere a “un exceso de información acerca de un tema, mucha de la cual son bulos o rumores que dificultan que las personas encuentren fuentes y orientación fiables cuando la necesiten”; la infodemia es uno de los grandes problemas actuales derivados de la pésima comunicación entre científicos, sociedad y políticos.
Pasteur, siglo y medio atrás, entendió la necesidad de atender los problemas sociales, hurgar en la mentalidad de los políticos y en los bretes de la situación económica de la sociedad. Habló de las desigualdades económicas, del poder de las élites y se interesó también en los problemas en las colonias. Pasteur no ha muerto. Es necesario revisitarlo y acudir a él y a sus ideas.
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