Hay textos cuyo contenido “habla y persigue” en la vigilia, durante el sueño, día tras día y, en ocasiones, durante semanas. Algunos se escriben sin escribirse: se piensan y se regresa a ellos pero no se les corporiza. Esos artículos combinan necesidad y obligación. Ética, historia personal, en mi caso identidad judía y casa mexicana, forman parte del conglomerado de los textos no escritos. El reto es complejo: empalmar ideas con la realidad deviene obligaciones éticas.
La matazón desprovista de humanidad de octubre 7 de numerosos israelíes a manos de los terroristas de Hamas, y la destrucción de incontables hogares en Gaza por el ejército israelí y la muerte de incontables gazatíes devino una espiral cancerosa para la cual, por ahora, y quizás nunca, haya remedio. Son demasiados los agentes implicados en la tragedia que une a palestinos e israelíes. El Mal aglutina a ambos pueblos. Sus tentáculos los asfixian desde hace siete o más décadas.
El Mal no sólo lo representan el execrable gobierno del incombustible Netanyahu y los enfermos líderes de Hamas apoyados por Qatar y los siniestros cabecillas de Irán. El Mal reúne a una inmensa camada de actores cuya irresponsabilidad complica cualquier solución. Sucesos no aislados explican la tragedia.
La masacre de palestinos a manos del ejército jordano en 1970, en el tristemente celebre Septiembre Negro, en el cual las fuerzas de Jordania se enfrentaron a la Organización para la Liberación de Palestina cuyo saldo fue el asesinato de numerosos palestinos; la colonización ilegal de territorios palestinos a manos de fanáticos judíos; el bombardeo continuo a manos de Hamas; el ascenso de la ultraderecha israelí y su obstinación en no entender la necesidad de crear un Estado Palestino; las manos de los ultrafanáticos y adinerados iraníes que matan a sus mujeres por no usar el velo y arman a Hezbollah y a los hutíes; la inoperancia de naciones árabes; los nauseabundos sótanos políticos de las grandes potencias que mucho podían y debían hacer décadas atrás, sin obviar actores antaño implicados como Gran Bretaña, cuyas herencias sobre la región son simiente del conflicto actual. El listado previo no es finito: forma parte del caleidoscopio actual.
Inculpar “de todo” a Israel es erróneo. ¿Por qué nunca se fundó un Estado Palestino? es la pregunta fundamental. Israel se retiró de Gaza en 2005. Ese hecho, a pesar de que la política israelí seguía influyendo y los “colonos” invadían tierras palestinas, debería haber facilitado movimientos, tanto de gazatíes como de los ricos países árabes para ofrecerles vidas dignas a sus habitantes. No se hizo Imposible deslindar a Israel de ese fracaso e imposible no inculpar a la propia Autoridad Palestina, al sátrapa Arafat, a las naciones árabes y a las potencias que no han ayudado a consumar la creación de un estado independiente. Agrego: bajo la égida de los señores Netanyahu la democracia ha perdido.
Mientras escribo intento separarme de mi sesgo. Soy judío liberal. Me enferma el antisemitismo in crescendo y repruebo las opiniones ramplonas sobre el conflicto. Aborrezco al ministro Amichai Eliyahu quien en noviembre de 2023 sugirió utilizar una bomba atómica; debido a su imbecilidad fue retirado. No encuentro calificativos suficientes para clasificar a los dirigentes de la República Islámica de Irán que matan a su pueblo. Detesto al extremista judío Yigal Amir y a sus sordos fanáticos. Asesinó a Isaac Rabin (1995) en nombre de Dios. Ahí se perdió la oportunidad de lograr la paz. Detesto a los terroristas de Hamas y a sus líderes, la mayoría instalados en casonas en Qatar.