La libido es incolora y las compañías farmacéuticas no dejan de sorprender y engañar es el título completo de este artículo. En agosto de 2015, la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó la primera píldora diseñada para tratar la disminución de la libido femenina. A la alteración se le denomina Trastorno del deseo sexual hipoactivo (TDSH). El TDSH se manifiesta antes de la menopausia. Con sorna se la ha llamado el Viagra femenino y la píldora rosa (el Viagra es azul). Sin sorna, muchos médicos discuten si existe o no el TDSH, y otros, conocedores de la flibanserina, critican la decisión de la agencia estadounidense y aseguran que cedió a la presión de la farmacéutica Sprout, dueña de Addyi, nombre comercial de la flibanserina.
Inventar y promover enfermedades es gran negocio. Lo saben doctores y farmacéuticas. Estudiosas del tema como Lynn Payer, periodista especializada en temas médicos, y Leonore Tiefer, doctora en psicología y estudiosa de tópicos vinculados con sexología, se han ocupado del asunto: la primera, de “la promoción de enfermedades”, y la segunda, de las controversias respecto a la disfunción sexual femenina. Payer fue quien utilizó por primera vez el término Disease Mongering —“Inventar enfermedades”—. Concepto afín es Malicia sanitaria: “Actividades preventivas, diagnósticas, terapéuticas o de rehabilitación de dudosa utilidad para el individuo o la sociedad, pero que benefician a quienes las promueven”.
La salud o su falta son un lucrativo negocio. Al promover enfermedades, médicos, laboratorios, hospitales y compañías farmacéuticas urden un tejido donde el único que pierde es el individuo. Basta sentarse frente a la televisión para asumirse enfermo. Menopausia, calvicie, timidez e incluso embarazo dejan de ser procesos normales. Medicalizar, “dar carácter médico a algo”, es el primer paso.
Una vez que se identifican procesos medicalizables los interesados siguen estrategias para captar el mayor número de candidatos. Promover enfermedades requiere campañas publicitarias. El precio final de las medicinas es elevado no sólo por el esfuerzo que conlleva descubrir una molécula, sino por el elevado costo de la propaganda, i.e., el treinta por ciento erogado en su publicidad. El manual no escrito de la promoción de enfermedades incluye enfermar a la persona sana gracias a planes adecuados.
Los postulados sobre la política encargada de fomentar enfermedades de Lynn Payer siguen vigentes:
1. Redefinir y aumentar la prevalencia de las enfermedades. El 30% de la población sufre de eyaculación precoz y, de acuerdo a expertos, 43% de la población femenina padece disfunción sexual.
2. Convertir problemas sencillos en enfermedades. Ejemplo: transformar el dolor abdominal en síndrome de colon irritable.
3. Hacer de riesgos, enfermedades. Osteoporosis como ejemplo.
4. Incrementar la atención de la población sobre problemas comunes —déficit de atención “no complicado”— y convertirlo en patología.
5. Convertir problemas sociales y personales en enfermedades. Buen ejemplo es hacer de la timidez fobia social.
¿Sirve la flibanserina? Hurgar más a fondo en el origen de la falta de deseo es lo que se debe hacer. Por supuesto, empezando por el funcionamiento de la pareja y la salud emocional y física de uno y de otra. El destino de la flibanserina será similar al de Priligy, medicamento diseñado para tratar la eyaculación precoz: no sirven. Mientras tanto, la FDA —¡recórcholis!— sigue aprobándola para la falta de deseo sexual en mujeres premenopáusicas.
Dependiendo de lo que suceda en la cama de la pareja, en los divanes de los psicoanalistas, y en las tasas de divorcio, sabremos si Addyi cumple o no.