La incertidumbre, en la vida y en la medicina, tiene dos caras: es una cualidad cuando la persona se detiene, pregunta y se pregunta. Es un defecto cuando deviene parálisis o, por el contrario, exceso de maniobras.

Denomino una “dosis adecuada” de incertidumbre a aquella que invita: indagar, asesorarse, dudar e investigar son términos asociados. La considero una actitud inadecuada cuando entorpece o cuando se realizan incontables exámenes para dilucidar las causas del problema; aunque la sentencia previa parecería un tanto cantinflesca, no lo es: hay quienes hacen demasiados estudios debido a la incertidumbre y hay quienes no actúan. Llamaré a las reflexiones previas “dosis excesiva”.

Diversas son las razones de la incertidumbre en la clínica. Unas vinculadas con principios éticos, otras no. Para profundizar en las causas de la incertidumbre en medicina es obligado referirse a la relación médico-paciente. Si se parte de la base que cada relación es única, porque cada enfermo encara su salud y su enfermedad de acuerdo a sus principios, a sus valores existenciales e incluso a sus posibilidades económicas, y que los médicos difieren entre sí por razones similares a las de los enfermos, es dable concluir que el arte de la medicina consiste en individualizar, arte, por cierto, en agonía en la actualidad.

Enlisto unas ideas, la mayoría no definitivas. Merecen pensarse y discutirse:

1. La mayoría de las escuelas médicas no le dedican tiempo a la “filosofía médica”. No se habla en las facultades del valor de la incertidumbre y de incontables temas médicos/filosóficos.

2. En nuestros días, donde la tecnología ha reemplazado y casi sepultado a la clínica, los jóvenes estudiantes, debido a la magra y raquítica enseñanza de problemas médicos/filosóficos, consideran a la incertidumbre como una manifestación de ignorancia, debilidad o fracaso: se equivocan.

3. El gran precepto británico, indispensable en medicina, wait and see (espera y ve), aliado de la “filosofía de la incertidumbre”, no tiene valor cuando quien decide lo que debe o no hacerse es el médico devoto de la tecnología y no de la clínica.

4. Los puntos previos deberían ser abordados por preceptos académicos y éticos: los alumnos deben dialogar con sus pacientes respecto al valor de la incertidumbre y la imposibilidad de establecer un diagnóstico y un pronóstico precisos “con rapidez”: aguardar es sabio.

5. La explosión de información médica en los medios de comunicación tiende a acorralar al galeno. Es mal visto el doctor cuya respuesta es “no sé, aguardemos”.

6. Cuando el galeno decide que el enfermo tiene un solo problema y no explora el resto de las vicisitudes, puede errar. El “exceso de seguridad” suele ser en detrimento del paciente.

7. Cuando el médico duda demasiado —“dosis excesiva” de incertidumbre— suele solicitar incontables exámenes y con frecuencia busca la participación de varios colegas. La medicina ad hoc no debe implicar el concurso de muchos facultativos.

8. Solicitar pruebas de laboratorio o de gabinete en demasía para llegar al diagnóstico es, la mayoría de las veces, equivocado. Un examen mal interpretado suele ser fuente de nuevos exámenes para entender los resultados del primero. Y así sucesivamente… una espiral sin fin.

9. La suma del “exceso” de incertidumbre de médicos y enfermos siempre es contraproducente para el segundo.

Los puntos previos son un esbozo del problema de la incertidumbre. Algunas reflexiones son inconclusas. Lo aquí expuesto es parte de mi dosis de incertidumbre. No es ni con mucho un manual. En la clínica 1+1 no siempre es 2.

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