Sergio García Ramírez: In memoriam. Ser humano indispensable.
En medicina, y en la vida, la futilidad es un tema interesante y necesario. Futilidad proviene del griego futilis, que significa agrietado, permeable, agujerado. Los médicos griegos, dotados de filosofía y cobijados por la idea de la futilidad, consideraban que cada paciente debía ser abordado de forma diferente. El galeno griego detectaba síntomas y signos, los cuales permitían distinguir las enfermedades curables de las incurables. Las curables se atribuían al azar (tuche) y se pensaba que la intervención de los doctores podría modificar su curso. Las incurables se relacionaban con los “males absolutos”, con la suerte o el destino (ananke); a diferencia de las previas, la evolución de éstas no podría modificarse a pesar de la participación de los facultativos. Parte de la sabiduría griega radicaba en apoyar al médico prudente y permitirle no tratar patologías incurables. Hoy, ante el imparable avance de la biotecnología médica, mantener vidas cuando no tiene sentido hacerlo, la futilidad adquiere gran importancia. Los antiguos médicos griegos eran sabios y prudentes: sabían, a pesar de su enjuta o nula parafernalia médica distinguir entre lo factible —sanar—, y lo inadecuado, tratar contra toda esperanza.
La siguiente pregunta es fundamental, ¿es lo mismo retirar tratamientos médicos que no iniciarlos? Ese brete tiene múltiples respuestas y numerosas interrogantes. La dificultad para responder “sí” o “no”, es uno de los grandes atractivos de la ética médica. Esa complejidad se entiende si se asume lo obvio: frente a la enfermedad los seres humanos responden de manera distinta, de acuerdo a su bagaje, al momento de su vida y a sus expectativas futuras.
A las diferencias normales entre una y otra persona, agrego las conductas también distintas entre galenos. Ejemplos frecuentes son aborto y eutanasia. Unos lo rechazan sin importar las razones de las/los implicados; otros colaboran cuando los motivos lo justifican. El reto radica en individualizar cada caso. Repasar los significados de futilidad ayuda a entender cuestiones complejas como la pregunta siguiente, expuesta en el párrafo previo, desde la ética, ¿es lo mismo retirar tratamientos médicos que no iniciarlos?
En la medicina contemporánea, las ofertas de la tecnología médica hacen indispensable estudiar la “filosofía de la futilidad”. Diferenciar cuándo vale la pena llevar a cabo un tratamiento y cuándo no beneficia al enfermo, saber cuándo la terapéutica mejorará el estado del enfermo y cuándo será inútil es la esencia de la futilidad. Pensar en los límites de la medicina y de la vida, arropados por la futilidad, evita prolongar sufrimientos innecesarios y tomar decisiones inadecuadas o adecuadas: no hacer encierra una inmensa sabiduría.
El tratamiento médico fútil, esto es, la imposibilidad para alcanzar las metas terapéuticas, puede entenderse de varias formas. Destaco tres tipos de tratamientos fútiles: 1) Incapacidad para prolongar “vidas dignas”. 2) Imposibilidad de restaurar la autonomía del enfermo. b Prolongar la vida a costa de sufrimientos innecesarios: físicos, morales e incluso económicos.
La medicina no es una ciencia exacta. Los doctores a menudo no coinciden entre sí o con sus pacientes en cuanto a los objetivos del tratamiento. Iniciar o no tratamientos, y cuándo retirarlos es una decisión compleja. Es más fácil decidir cuando el paciente y sus familiares saben lo que quieren, y cuando el médico acompaña al enfermo.
Responder en medicina “sí” o “no”, exige saber los deseos del enfermo, y lo que se puede lograr. La futilidad ayuda a dilucidar esas interrogantes. Escuchar es necesario. No hacer es sabio. Hacer, cuando es inútil prolongar el sufrimiento, es absurdo. La futilidad le ayuda al galeno a decidir siempre a favor del enfermo.