Me llama la atención la idea de Evgeny Morozov: “Facebook no es gratis. Lo pagas con tu identidad”, y, lo que es peor, repito ideas consabidas, con tu privacidad. Perder la privacidad y la identidad al participar en las redes sociales no incomoda a quienes se entregan a ellas. Para quienes las observan “de lado” y con recelo, sus beneficios no son evidentes. La ecuación siguiente, estoy seguro, es correcta: “Entre más tiempo se dedica a las redes sociales y a invenciones sin fin, Facebook, Whatsapp, Twiter, Linkedin, más te entregas, más dejas de ser tú, más te penetran”.
El mundo offline es viejo. El mundo online es actual. No hay un choque real entre ambos. El desencuentro o no, depende de cada persona, de someterse a sus dictados o de atreverse a ignorarlos.
La omnipresencia de las redes sociales exige: ¿Es posible ignorarlas? Participar y colaborar, o no hacerlo, implica una o varias posibilidades no excluyentes. Enumero algunas ideas. Ignoro si sean útiles. Lo hago mientras observo el mundo. Los “sucesos” grandes, comunitarios, sociales, dependen hoy, se inclinan —¿exagero?— en cierta medida, ante el poder y presencia de las redes sociales. En ocasiones se gana explotando dicho espacio —a veces “mucho”—, y otras veces se pierde —a veces “mucho”— o incluso la vida debido al mal uso y a la mundialización de las redes sociales, que no son sólo sociales: políticas, terroristas, económicas, subversivas, asesinas —de adolescentes que muestran sus pechos—, y, de nuevo asesinas, de mujeres pobres, citadinas o migrantes, que buscan salir de la pobreza entregando, casi siempre sin saberlo, su cuerpo y al final su vida. Cuando el Poder busca venganza el resultado puede ser cruel. La Primavera de algunos países árabes resultó ser un invierno gélido: muertos incontables, muertos inocentes, muertos niños, desterrados por doquier, sin presente y por ende sin futuro.
¿Qué decir de las redes sociales? 1. Los viejos poco las usan. Las redes sociales los excluyen.
2. Los pobres acceden menos a ellas por falta de tiempo, por ausencia de Voz y por no contar con medios adecuados para conectarse.
3. Hay quienes optan por leerlas pero no se inmiscuyen ni agregan datos por no desear ser parte de la masa.
4. Otros las leen pero no colaboran por no estar de acuerdo con los promotores o por honestidad.
5. Algunos sopesan sus éxitos y fracasos y deciden no anotarse por considerar que son más los tropiezos y los muertos que los éxitos, i.e., me repito, la Primavera árabe.
6. Hay quienes las obvian por desacuerdos contra las redes sociales debido a los perfiles falsos de quienes instan a realizar determinada acción. Es común no saber quién es quién. Es frecuente, le sucede a muchos periodistas, ser víctimas de hordas pagadas, anónimas, cobardes.
7. Las redes sociales pueden convertirse en una epidemia nociva cuando son adolescentes e incluso niños quienes las usan.
8. La dependencia a las redes puede ser un problema complejo. El tiempo dedicado a ellas disminuye el tiempo de estudio y el fomento de relaciones sanas.
9. La vida de algunas redes sociales suele ser efímera. Irrumpen con fuerza, construyen y destruyen. Poco tiempo después, desaparecen.
10. Si acaso alguien lee mis disquisiciones, diatribas, ideas, obsesiones, exabruptos, reflexiones anti diluvianas, dudas…, favor de agregar nuevas o borrar y enmendar las previas.
¿Ser o no ser?, preludio inevitable de cualquier vida. ¿Integrarse y ser o no ser parte de algunas redes sociales? Esas no son las cuestiones, son la realidad.
Morozov es un escritor e investigador que analiza las implicaciones sociales y políticas de la tecnología. Leámoslo.