Imposible trazar el origen de la ética. Imposible enmarcar en una fecha exacta el tiempo cuándo la humanidad empezó a distinguir entre el bien y el mal, entre actitudes correctas e incorrectas. Los creyentes en historias bíblicas podrían decir que el encuentro/desencuentro entre Adán y Eva es uno de los orígenes. Ni la manzana ni la mordida son las responsables de la actitud de ambos personajes: actuaron de acuerdo a sus intereses sin cuestionarse si hacían mal o bien, principios fundamentales de la ética.
En el mismo rubro, quienes creen en Dios y sus decires piensan en los sucesos acaecidos en el arca de Noé, episodio en el cual el Dios de Israel solicitó a Noé construir una embarcación para salvar a todos aquellos que creyeran en la advertencia del gran diluvio. Algunas interpretaciones difieren: sólo Noé, su familia y distintas especies de animales fueron salvados. Dicha historia es parteaguas en la ética en general y en la ética divina en particular. La pregunta desde la fe es simple: ¿“todos” tenemos las mismas oportunidades éticas? La respuesta desde la realidad es evidente: no “todos” tenemos las mismas oportunidades.
Recorrida la quinta parte del siglo XXI, la ciencia, pilar de la humanidad, ha amasado inconcebibles avances. Añejas son las discusiones en relación a la “ética de la ciencia”. Viejos también son los debates éticos en cuanto a la neutralidad o no de la ciencia/tecnología. No debería haber espacio para las dobles lecturas: la matazón en Hiroshima y Nagasaki no fue culpa de las bombas, los responsables fueron sus diseñadores y quienes promovieron su lanzamiento.
Las elucubraciones previas abren infinidad de caminos y diatribas. Uno de ellos es la posibilidad, debida a las ciencias médicas, de alquilar un vientre a los 67 años y ser madre un año después, tal y como lo reveló ¡Hola! al mostrar a Ana Obregón cargando a su hija tras abandonar una clínica en Miami. La chiquita proviene del útero alquilado de una madre anónima.
Un porcentaje no despreciable de personas, incluso en países ricos, muere al acercarse a los ochenta años. ¿Es lícito alquilar vientres a esa edad? Desde la perspectiva individual, si se cuenta con dinero y se accede a maternidad subrogada, también denominada vientre de alquiler o gestación por sustitución es factible convertirse en madre durante la vejez. Todo un enjambre: la madre añosa satisface sus necesidades, la mujer alquilada solventa sus apremios económicos, los equipos médicos se embolsan, dependiendo el país, generosas cantidades de dinero. En Estados Unidos, país líder, al lado de la Ucrania pre-Putin, el procedimiento oscila entre 125,000 y 200,000 dólares. India es meta para los europeos: en esa nación se le paga menos a la madre.
La suma previa, madres añosas, madres jóvenes urgidas de dinero y la ciencia médica rendida al poder económico permite engendrar. El panorama anterior genera inquietudes y preguntas éticas. Poderes y necesidades económicas versus moral y ética. La ecuación anterior, ante los crecientes logros de la ciencia y la biotecnología, siembra preguntas. Una es fundamental: ¿es posible un diálogo sano entre los poderes enumerados y la ética? Visto lo visto, experimentadas las diversas realidades donde ética y Poder se confrontan, la respuesta, la mía, es no.
Menudo embrollo. La ciencia al servicio del dinero. Si bien siempre ha sido así, esa realidad empeorará en el futuro: todo órgano, toda vida, todo preso en Massachusetts, a partir de 2023, puede ser liberado con antelación si “dona” algún órgano.