Las relaciones entre médicos y enfermos son asimétricas. El poder del primero y el miedo del segundo conforman un tejido frágil. Cuando se padece alguna patología afloran incertidumbres, temores, dudas. Depositarse en una o varias personas es imprescindible. Amigos y familiares acompañan. El galeno debe guiar y explicar con claridad lo que sucede, sobre todo, cuando la enfermedad augure el final de la vida.

Ofrecer al paciente y a sus familiares información suficiente para escoger hacia dónde ir o hacia dónde no seguir es imprescindible. Empoderar al enfermo es fundamental. Hacerlo exige compromiso bilateral: quien sabe, explica; quien padece, inquiere. Si el doctor ejerce su poder autoritario, ese compromiso no germina. Si el paciente no cuestiona, quien decide es el profesional. Sapere aude, “Atrévete a saber”, es una bella locución latina: moverse y preguntar florecen cuando el galeno dialoga e invita al enfermo a resolver en forma conjunta los avatares del mal. Empoderar promueve una relación sana.

Las costumbres se erradican con dificultad. Si bien es cierto que el ser humano es un animal de costumbres, muchas son perniciosas. Cuando los enfermos juegan un papel activo en la toma de decisiones, preguntan e intercambian comentarios con su galeno, lo cual fortalece a ambos. Resolver, en conjunto, avanzado el siglo XXI, debe ser derrotero de la medicina moderna. Los resultados son mejores después de reflexionar entre varias opciones terapéuticas; empoderar y responsabilidad caminan de la mano.

Los enfermos provistos de ideas claras tienen la capacidad de diferenciar. Al empoderarse se rompe el tradicional modelo paternalista, donde el paciente sólo es receptor de cuidados médicos y no parte activa de la evolución de la enfermedad. Conocer los vericuetos de la patología y discutir es útil. Imposible dialogar si las personas carecen de datos y los galenos menosprecian la opinión del afectado. La información fomenta la autonomía, bien siempre deseable, y, a su vez, la autonomía contribuye a empoderar a las personas: magnífico círculo virtuoso. Cuando se ofrecen datos, el poder se comparte.

Los pacientes informados cuentan con elementos para optar por uno u otro camino. Informar es obligación médica. Las enfermedades siempre representan un abanico amplio. Discutir las diversas posibilidades es indispensable, i.e., tratar o no tratar, ser o no parte de un protocolo de investigación, donar o no un órgano. Los pacientes que más se implican en su tratamiento son más responsables. La “buena medicina” abre puertas y desvela situaciones desconocidas: los pacientes empoderados tienden a respetar “más” a sus galenos, sobre todo si éstos fueron quienes aportaron los datos solicitados u orientaron al afectado sobre los diversos embrollos de la enfermedad. Las ideas previas son una receta adecuada para terminar con el paternalismo médico.

En la medicina contemporánea, donde la tecnología salva vidas e impera la voz de aparatos sofisticados mientras palidece la voz de enfermos y familiares, empoderar es indispensable. Promover la independencia, validar las capacidades del enfermo y ayudarle para satisfacer sus necesidades acordes a su vida y a su realidad es la meta. Argumento contundente es la idea del fin de la vida: permitir que la muerte irrumpa en “forma natural” en vez de someterse a tratamientos de quimioterapia, muchas veces fútiles, es buen ejemplo.

Aceptar que es el paciente quien decide es un gran reto para los médicos. Si bien es obvio que los niveles de educación y preparación de los pacientes varían, todos merecen ser tratados con respeto. Asesorar y discutir es obligación profesional. Los argumentos anteriores permiten definir tratamientos en conjunto y, a la vez, responsabilizar a los enfermos: en cuanto más se impliquen en sus tratamientos, mejores resultados.

Cuando las personas se empoderan, las decisiones se comparten con los profesionales. Quienes lo logran pueden ejercer control sobre su salud. Los enfermos dueños de sus decisiones, se cuidan más, acuden menos al doctor y consumen menos recursos. Romper el poder autoritario, en salud, y en otros rubros, i.e., políticos, deportivos, musicales, laborales y científicos es fundamental. Empoderar es benéfico. Fomenta la igualdad.



Médico y escritor

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