Las disculpas o las explicaciones casi siempre son bienvenidas. En ocasiones se aceptan, otras veces, no. El 11 de mayo, Andrés Manuel López Obrador se disculpó por los comentarios vertidos el 8 de mayo. Y agregó: “Se tergiversaron mis palabras”. Ignoro si la justificación la hizo motu proprio, si reparó debido a sus compañeros, Jorge Alcocer y Hugo López-Gatell, o si fue durante el fin de semana debido a la reacción airada de grupos médicos. Copio algunas de las ideas expresadas por el presidente de México. Tras alabar las capacidades científicas de Alcocer, ensalzó la preparación académica de López-Gatell: “Tiene muy buena formación, con cultura general, una gente honesta, humanista, con una postura a favor de la gente, no a favor del mercantilismo, que desgraciadamente también llegó a predominar en el periodo neoliberal en todo lo relacionado con la salud, como se decía antes de los médicos, que sólo buscaban enriquecerse, ¿no?, que llegaba el paciente y lo primero que hacían era preguntarle:
—¿Qué tienes?
—No, es que me duele acá, doctor.
—No, ¿qué tienes de bienes?”.
López Obrador culminó: “Eso no es el doctor Alcocer ni Hugo López-Gatell, es otra cosa completamente distinta”.
Hasta ahí los comentarios de AMLO sobre sus médicos y los del periodo neoliberal. Ideas desafortunadas, sobre todo ahora en tiempos de pandemia, donde médicos y médicas, enfermeras y enfermeros, así como camilleros, personal de limpieza, administrativo y choferes de ambulancias, amén de arriesgar sus vidas y las de los suyos, han sido agredidos verbal y físicamente en las calles por el temor de la población a contagiarse. En México han fallecido “algunos” miembros del personal de salud (los nombres y el número aproximado se encuentran en la página medscape.com).
El contacto directo y el cuidado de los enfermos fue la razón del fallecimiento. Hasta donde entiendo, el personal médico que colabora en el gobierno de la Cuarta Transformación no dedica parte de su tiempo a atender a los enfermos. Lo mismo sucede con los miembros no médicos de su gabinete: o no se han apersonado en hospitales COVID y si lo han hecho no se les ha visto. Por otra parte, es patente el reclamo del personal médico y de salud por la falta de equipo, i. e., mascarillas, cubrebocas, caretas, batas suficientes, para trabajar con requisitos mínimos de seguridad. No lo digo yo, lo explican fuentes autorizadas.
Recordemos la cruda historia del brote de coronavirus en el Hospital General del IMSS en Monclova donde, por falta de protección adecuada, se contagiaron al menos 51 personas y cuatro fallecieron. El 4 de mayo, médicos del IMSS le pidieron a Zoé Robledo, director de la institución: “Trabaje un día como nosotros, sin protección”. Al reclamo se unieron enfermeras, laboratoristas, paramédicos y personal de limpieza.
En tiempos tan ríspidos como el actual, donde la pandemia crece, agredir al gremio médico es un sinsentido. Si hoy se efectuase una encuesta a la población para valorar en quién confía y admira más, la respuesta sería, no lo dudo, el personal involucrado en tratar a los enfermos de COVID-19.
Trabajé durante 25 años en el Instituto Nacional de la Nutrición y ahora imparto un Seminario en la UNAM y ejerzo medicina privada en uno de los hospitales neoliberales que abrieron sus puertas para atender a los enfermos víctimas de COVID-19. Por supuesto hay médicos mal habidos. Son minoría cuando se les compara con los que funcionan aupados por ética y humanismo. Son numerosos los colegas que rebajan el precio de su consulta cuando debe hacerse y son muchos los que buscan, con colegas, laboratorios y hospitales, ayudar a personas sin recursos. Nunca he escuchado decir a un médico ni me lo han comentado, “¿qué bienes tienes?”.
Son galenos los que están, en incontables formas, al frente de la pandemia. Las agresiones, sobre todo bajo la égida del COVID-19, aunque seguidas de explicaciones, ofenden. No en vano el encono del gremio médico.
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