No debería ser así pero así es: hay una relación directamente proporcional entre discriminación, edad y sexo femenino. Y tampoco debería suceder pero sucede: hay una relación directamente proporcional entre ser mujer, tener más años, y ser víctima de maltrato y violencia, física y verbal. Trilogía propia del paleolítico; trilogía viva avanzado el siglo XXI.
La ONU y grupos afines se desgastan buscando cómo paliar incontables cánceres generados por la condición humana. De ahí los días, los años, “Año Internacional de la Mujer”, “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres”, diseñados para disminuir los daños contra el sexo femenino. Debido al divorcio entre el incremento en las expectativas de vida y la mala calidad de ésta para millones de personas, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró 2020-2030 la Década del Envejecimiento Saludable.
Para cumplir dicho propósito, los expertos sugieren trabajar en cuatro áreas. Cito: 1) Cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento. 2) Asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores. 3) Ofrecer atención integrada centrada en la persona y servicios de salud primaria que respondan a las personas mayores. 4) Brindar acceso a la atención a largo plazo para las personas mayores que la necesitan.
Las Naciones Unidas intentan cumplir: a grandes problemas, grandes iniciativas. La década recién empieza. El escepticismo y la falta de credibilidad son viejos. Aguardar es necesario; buenos deseos versus cruda realidad. La discriminación por edad y contra el sexo femenino no ha disminuido. Si tomamos en cuenta las admoniciones pasadas y el conocimiento acumulado, es lícito afirmar que la situación en la sociedad para mujeres mayores de edad es mala.
La discriminación por razones de edad se ceba, sobre todo, contra las mujeres. Dicho fenómeno daña su salud y las excluye, en mayor o menor grado, de la sociedad; las mujeres se tornan invisibles y son denostadas y excluidas, incluso en cuestiones de salud. La violencia contra las mujeres es endémica. El impacto es diferente en jóvenes que en personas mayores; la imposibilidad de remediar las mermas infringidas por la violencia en las segundas las aparca de la sociedad. El incremento en la pobreza, la depresión y la minusvalía son aves de mal agüero. El edadismo impacta negativamente en las condiciones de trabajo, en el sueldo de las pensiones (reciben 27% menos que los hombres) y en las ofertas de empleo. Agrego: durante la pandemia actual han muerto más mujeres octogenarias que hombres.
Tedros Ghebreyesus. Director General de la Organización Mundial de la Salud, señaló: “La violencia contra la mujer es endémica en todos los países y culturas. Es dañina para millones de mujeres y para sus familiares y se ha visto exacerbada por la pandemia de Covid-19. Sin embargo, no disponemos de vacunas para ponerle freno y solo podremos hacerle frente si los gobiernos, las comunidades y las personas adoptan medidas y las integran plenamente con el fin de cambiar actitudes perjudiciales, mejorar el acceso a las oportunidades y los servicios para las mujeres y las niñas y fomentar las relaciones saludables y de respeto mutuo”.
Aunque pareciese no guardar relación, concluyo con la observación siguiente: solo un 6% de países tienen a una mujer como jefa de Estado y apenas un 7% presiden un Gobierno. Modificar la realidad es imprescindible. Fomentar las cuatro áreas para cumplir con las metas de la Década del Envejecimiento Saludable es necesario.