El orden de las palabras altera o no el producto. La enferma situación de nuestro país invita a pensar. Fue, lo sabemos, el encono previo contra el muladar conformado por el PRI, el PAN y el PRD, una de las razones por las cuales Morena y Andrés Manuel López Obrador obtuvieron la presidencia. La otra, también lo sabemos, fueron los dieciocho años agotadores en campaña de AMLO —sigue en campaña— cuya energía lo llevó a recorrer todo el país. La desesperanza, producto de los robos sin fin de los dirigentes anteriores a él, aumentó el enojo y viceversa: la ira abonó desasosiego. Tras más de dos años de gobierno, el caldo de cultivo de dicho binomio persiste. La frágil esperanza y la rabia de incontables segmentos de la población ante la falta de datos optimistas y la constante descalificación de AMLO contra todo lo que no se ajuste a su forma de pensar, conforma el triste escenario de la administración morenista, escenario que además se nutre de los comentarios presidenciales cuando se le crítica. La palabra todo abarca casi todo y rebasa lo impensable.
Comparto un breve listado de ese universo y agrego algunos dislates incomprensibles. El agrupamiento de las entidades señaladas por el Presidente sorprende por su diversidad y sus polifacéticos intereses. Asombra la infatigable búsqueda de enemigos. ¿Quién dijo “El que no está conmigo, está contra mí”? Destacan colectivos feministas, científicos, periodistas, fideicomisos, pensadores independientes, detractores de ideas cuestionables, i.e., las joyas de la administración, como el Tren Maya, entre quienes destacaba el finado e inmenso Francisco Toledo y los habitantes de las zonas aledañas al recorrido del tren, el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería Dos Bocas, así como las protestas de padres con hijos enfermos de cáncer ante el desabasto de medicamentos, ataques contra agrupaciones como Artículo 19, organización internacional que defiende la libertad de expresión y el derecho a la información, acusada de ser financiada por empresas extranjeras y pertenecer al movimiento conservador, críticas repetidas versus Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad amén de la intimidación a los miembros de su Consejo —imposible olvidar que fue esa agrupación la que desveló los gastos millonarios de la Casa Blanca de Peña Nieto y el escándalo de la Estafa Maestra—, la reiterada denostación contra el periódico Reforma y… etcétera.
Al lado del listado previo figuran acciones incómodas como el encumbramiento de la hija de Félix Salgado Macedonio para competir por la gubernatura de Guerrero, su dramática ausencia tras la tragedia del Metro —“se acabó eso de salir en las fotos”—, la inexplicable, quasi exoneración, de Emilio Lozoya, una supuesta suerte de testigo protegido quien habría de revelar nombres de expolíticos corruptos y ladrones, y, de nuevo, etcétera… (el espacio periodístico es egoísta).
Insano no dedicar unas palabras a la ausencia de grupos opositores confiables. Tanto hunos como hotros, parafraseo a Miguel de Unamuno, cavaron sin sosiego su tumba y arrasaron, durante décadas, al país. Arrasar significa robar “desmedidamente”, corromper, fomentar la impunidad, ausencia de líderes capaces, honestos, inteligentes, atestiguar “la fuga”, temporal o permanente de expresidentes como Carlos Salinas, Felipe Calderón, Ernesto Zedillo y Enrique Peña Nieto —quizás seamos país líder en exportar presidentes— así como la falta de cuadros actuales cuya oferta política convenza. Los miembros e hijos del PRI / PAN / PRD han destruido tanto que reinventarse, bajo esas siglas, es imposible. El país heredado por AMLO era, es, un país desmantelado, enfermo.
En el México contemporáneo el orden de los factores no altera el producto; desesperanza y encono o encono y desesperanza, lo mismo da.