Lo fácil no siempre es adecuado: la falta de afrentas y conflictos modifica la pulsión de crear, amén de soslayar “la vida del mundo”, sobre todo, sus tragedias (primer paréntesis: la población se divide en dos: ricos y pobres; para los segundos nada es fácil, ni siquiera morir. Fenecer a destiempo o por enfermedades curables caracteriza nuestra época).
Inicio de nuevo: lo fácil, paseos, libros y economía familiar saludable, disminuye el trabajo de buscar y la posibilidad de sorprenderse (segundo paréntesis: esforzarse abre nuevos caminos y depara sorpresas ante hallazgos inesperados; con los pobres, la vida queda empeñada antes de nacer. Sus esfuerzos consisten en encontrar la forma de sobrevivir hoy, mañana y algunos días más. Sus condiciones de vida devienen dolor).
Lo fácil se alimenta de otros fáciles. Quienes tienen la suerte de formar parte de la élite económica multiplican su patrimonio sin cesar: conforme transcurren los años, el crecimiento de esa urdimbre es geométrico: 2, 4, 8, 16, 32, 64…, no aritmético: 1, 2, 3, 4, 5, 6… (tercer paréntesis: cuando se compara la progresión geométrica y la aritmética la diferencia es abismal. Las desigualdades se multiplican sin coto. Pregunto: ¿las disparidades geométricas profundizan las genéticas? Intento responder: la reproducción del universo fácil, el de las clases pudientes, contra el complicado o imposible, el de las sociedades pobres, determina el estatus quo de las clases sociales y la posibilidad o no de tener futuro. Genes y “buena vida” se imbrican).
Las situaciones que permiten vivir con facilidad pocas veces crean conciencia social, condición urgente y vital. Ambicionar más y compararse con quienes más tienen es la norma. Marx dijo: “No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia”. Magnífica, genial, real y vigente idea. Lo fácil, lo dado, lo heredado, construye seres arropados por “…su ser”, i.e., por lo recibido (cuarto paréntesis: las personas cuyo útero apenas pervive y cuya conciencia es sinónimo de necesidades cotidianas y obligaciones perpetuas, fincan su ser social en relaciones similares a las de su entorno, donde la apabullante realidad, heredada y viva, imposibilita salir adelante. En ese entramado, el ser social de los desheredados de sus tierras y de la Tierra dificulta generar una conciencia social “sana”. Dicha realidad no significa falta de solidaridad: las clases pobres, mientras no sean demasiada el hambre o las penurias, suelen empatizar).
La reproducción de la herencia económica no es heroica, es obligatoria. Repito: lo fácil se alimenta y se contagia de lo fácil. Dicha dinámica mejora las condiciones de los agraciados y profundiza las tragedias y la miseria de quienes los sustentan y alimentan, las clases pobres (quinto paréntesis: existe una relación inversamente proporcional entre las clases que usufructuan e incrementan el poder económico con los grupos cuyo futuro se encuentra resquebrajado desde el útero. Las recientes revueltas en Chile no sólo nacieron, como inicialmente se aseguró, por el aumento del tres por ciento en el metro; su génesis fue la certeza de las clases medias o “medias bajas”, quienes, a pesar de laborar sin cesar, otean un futuro sin futuro: progresar era imposible. Bien lo retratan las palabras de un padre endeudado que retaba a los carabineros con un cartón colgado al pecho: “No me maten, no les conviene, estoy muy endeudado”. Sus deudas provenían del dinero prestado para mandar a los hijos a la Universidad.
El incremento del nauseabundo poder político es una de las razones fundamentales de las enfermedades del mundo. Desde las tristemente célebres primaveras árabes hasta los sucesos en Chile, Ecuador y Bolivia, el desaseo apesta cada vez más (sexto paréntesis: ¿acabará con nosotros la irrespirable pobreza? He leído que el 1% de la población mundial tiene lo que el 99% necesita. O bien, ¿habrá un texto orwelliano cuyo epílogo sea el fin de la ralea política?).
Lo fácil reproduce lo fácil. Lo fácil tiene fecha de caducidad. Lo fácil es (casi) antónimo de conciencia.
Médico y escritor