No todos los capitalinos coincidimos con el cambio de nombre de nuestra ciudad. Los que nacimos en el Distrito Federal seguimos siendo defeños o chilangos. Las razones por las cuales el gobierno previo modificó el nombre son inentendibles. El cambio no ha devenido en nada positivo: el deterioro de nuestra casa se incrementa sin cesar. Los habitantes de la ciudad, sobre todo las clases pobres, siguen padeciendo lacras groseras.

Son muchos los males: falta de agua potable, transporte público ineficaz, inseguridad, ausencia de vías adecuadas y rápidas, contaminación ambiental, parques de diversión escasos y mal cuidados, hospitales públicos con pocos recursos, mínimos proyectos de reforestación, proliferación de baches e irregularidades en las vías de circulación, escasas arterias construidas con concreto, pérdida de agua por tuberías obsoletas y un largo etcétera. La historia es la misma: las pifias señaladas no son responsabilidad del gobierno actual sino herencia del previo y a su vez herencia del otro previo hasta llegar al de hoy y quizás al de mañana si Claudia Sheinbaum no modifica la situación de la ciudad, cuya realidad pronto semejará las condiciones de los enfermos terminales.

La ciudad es un retrato del capitalismo salvaje propio donde los pobres perviven con dificultad y (casi) sin esperanzas. Dosis mayores o menores de miedo y encono por dejar parte de la vida útil en el tráfico, son, entre otros, común denominador de los citadinos. Mención aparte es la ineficacia de las administraciones de la Cuarta Transformación, cuya ineptitud, despecho y maltrato son evidentes. Comparto una experiencia.

La avenida Bosques es una arteria de menos de un kilómetro de longitud. Nace en el final del bulevar de los Virreyes y corre hasta la avenida Constituyentes. Es una arteria sin casas; en un lado se localiza el Bosque de Chapultepec y en el otro el Panteón de Dolores. Hace poco la alcaldía Miguel Hidalgo o los encargados del Bosque iniciaron la construcción de canchas deportivas destinadas a los usuarios del parque. Con el fin de proteger al público, supongo, instalaron en la avenida ocho hileras de topes de metal amarillo; la mayoría de las hileras cuenta con tres filas. Hacia la mitad de la avenida hay tres columnas de topes separadas entre ellas por no más de treinta metros. Estos topes se denominan boyas o “tortuguitas”. Las boyas son enormes y altas: miden el doble y son más anchas que los topes de metal “normales”. Su altura y la mínima distancia entre una fila y otra han deteriorado la circulación: sortearlos exige circular a uno o dos kilómetros por hora. Buscar repuestas a esas anomalías fue un periplo ingrato. Lo que sigue es una pequeña radiografía de la nueva Ciudad de México.

Tras cuarenta o cincuenta llamadas, fácilmente comprobables gracias a que las llamadas ahora se registran, inicié mi recorrido. De la Jefatura de Gobierno seguí a la Alcaldía Miguel Hidalgo, de ahí a CESAC (Centro de Servicio de Atención Ciudadana), posteriormente proseguí al área de Movilidad de la Alcaldía y de ahí a la Dirección de Gestión del Bosque de Chapultepec que resultó ser la Tierra Prometida pues ahí se contrató a la empresa (ir)responsable de las boyas. En las oficinas del Bosque de Chapultepec ya estaban enterados de la situación ya que habían recibido llamadas de los vecinos. Lamentablemente, los encargados del Bosque no se habían comunicado con la empresa sembradora de boyas.

Encontré dos o tres personas amables. El resto fue displicente, desinteresado y en ocasiones rudo —sería útil escuchar las grabaciones una vez comprobado que ninguna fue borrada—. El problema no es menor. Cuatro razones: esa área es uno de los paraísos de los asaltantes; la inmovilidad de los automóviles aumenta la contaminación y la posibilidad de ser atracado; el tiempo de recorrido se incrementa y los coches se deterioran. Tapar baches y eliminar irregularidades hubiese sido más prudente.

En octubre de 2018 se proclamó “El nacimiento de la constitución capitalina…”. El producto tiene incontables malformaciones; de pervivir será menester procrear uno nuevo.

Médico

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