¿Podrá sobrevivir el hombre? es un libro de Erich Fromm, publicado en 1962, en alemán. En ocasiones lo viejo no es viejo. El tema central del ensayo versa sobre la política de las potencias dueñas del mundo en los sesentas del siglo pasado. Fromm subraya las derivas patológicas del pensamiento político y la imposibilidad, debido a diversas sandeces, de avanzar y sembrar esperanzas. La patología política de la cual hablaba el afamado psicoanalista, persiste. Pregunto, ¿es necesario padecer alguna enfermedad ética, odiar, ser iletrado o denostar para ser político? La respuesta, un tanto ambigua, es no: hay políticos, muy pocos, decentes; la mayoría son engendros nefastos. Los destrozos contra la Tierra son avalados, propiciados y permitidos por ellos.
En “El arte de sobrevivir”, magnífico ensayo de Colin Tudge (Londres, 1943), naturalista y escritor, expone, “La humanidad exhibe una dicotomía fundamental: los que creen que la naturaleza es obra de dios, o de dioses, y los que creen que es una mercancía que puede usarse en cualquier forma, la que mejor sirva a las necesidades inmediatas de los seres humanos”. Imprescindible agregar: humanoides como Bolsonaro y Trump, creacionistas hasta el último gene, piensan que la Naturaleza es nuestra: destruirla tanto como sea necesario con fines políticos y económicos es válido. Pregunto, ¿cuándo sabremos el balance de la destrucción sembrada por el tren maya a pesar de no haber arrancado?
Tiempo atrás hubo quienes veían a la Naturaleza con respeto. Temblores o maremotos infundían miedo; otros consideraban sus infinitos bienes como mercancía en espera de ser explotada. En la Edad Media, explica Tudge, se consideraba que en la Naturaleza había múltiples dioses. Era mejor no perturbarla. Los dioses del medioevo han quedado atrás. Lamentablemente, la devoción y respeto de nuestros antecesores hacia la Naturaleza han sido destrozados por el neoliberalismo y sus acólitos.
La salud humana y animal están ligadas y dependen de la salud del medio ambiente. Han transcurrido cincuenta años desde la Conferencia de Estocolmo, organizada por la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano. Dicho encuentro fue el primero dedicado a cuestiones medioambientales y marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la política internacional sobre el tema. El encuentro subrayó el inicio de la conciencia moderna política y pública de los problemas ambientales globales. En esa reunión, Maurice Strong, secretario general de la reunión, concluyó, “…el hombre ha llegado a uno de esos puntos fundamentales de su historia donde sus actividades son las principales determinantes de su propio futuro”. Agrego, sin permiso, “… sus actividades NOCIVAS”. Cincuenta años después, el fracaso es notorio. Estocolmo+50 será una reunión internacional acordada por resolución de la Asamblea General de la ONU, que tendrá lugar en la capital sueca los días 2 y 3 de junio.
El conflicto sigue vigente: conservar versus explotar. La Tierra, las decenas de miles de muertes anuales debido al cambio climático, los jóvenes sin deseos de procrear entienden y sufren las consecuencias de la explotación ilimitada de la Naturaleza. Los dueños del capitalismo consideran suya la Tierra. Explotar ilimitadamente los enriquece ad nauseam. Quizás sus vástagos culparán a sus progenitores por la destrucción de nuestra casa, la Tierra. La ecuación es clara, no admite cuestionamientos, sobrevivir exige destruir menos y conservar los resabios del otrora nuestro mundo.
El 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. ¿Qué sucederá? Fromm no ha muerto: ¿Podrá sobrevivir el hombre?
Médico y escritor
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