De acuerdo con información reciente sobre Seguridad Alimentaria del Banco Mundial, el alza en los precios de los alimentos ha provocado una crisis global que ha empujado a millones de personas a la pobreza extrema, aumentando el hambre y la malnutrición. Datos de lo que va de este año sobre el índice de precios de productos básicos para países de medianos (entre los que se encuentra México) y bajos ingresos, tomando como base el 2010, indican que, en el rubro de energía, en abril, el índice se ubicaba en 153.2% y para junio en 171.2%, lo que representa un aumento de 18%.
En este mismo periodo, los componentes de la agricultura, como los productos alimenticios y los fertilizantes, son los que más se han incrementado. Por ejemplo, en la parte de la comida el aumento en estos tres años fue de 34.8%. De estos, los sectores que tuvieron los mayores incrementos fueron el de los aceites y las harinas con 49.6%, y los granos con 34.8%. A pesar de estos aumentos, estos productos presentan ligeras disminuciones a partir del segundo trimestre del año con variaciones a la baja entre 1 y 2%.
De los productos más afectados tenemos el maíz y el trigo. En términos de promedio anual el índice de precios del maíz a nivel global pasó de 170.1% en 2019 a 259.5% en 2021, un incremento de 89.4% y en lo que va de este año, alcanza niveles de 444%. En el caso del trigo se incrementó 113.5% de 2019 a 2021. Y en los que va de este año respecto a enero se ha incrementado 24%.
Por su parte, el Reporte del Banco Mundial sobre el Mercado de Productos 2022 menciona que los precios de las materias primas aumentaron tras el inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, sumado al aumento que ya se venía dando a partir del inicio de la pandemia de Covid-19. De abril de 2020 a marzo de este año, fueron los más grandes en 23 meses desde 1973 para energía, y desde la crisis del 2008, para alimentos y fertilizantes. Los costos de energía en los últimos tres años son los que más se han elevado, por encima de 400%; le siguen los fertilizantes con cerca de 200% y los alimentos.
¿Cómo explicar esta situación? Como resultado del confinamiento provocado por el Covid-19, la oferta y la demanda entraron en shock, lo que en 2020 llevó a una caída en los niveles de producción y de consumo en una buena parte de las economías del mundo; esto se manifestó en una desaceleración del crecimiento económico. Pasado el periodo más fuerte de la pandemia, la demanda empieza a levantarse a ritmo más acelerado que la oferta, ya que los ciclos de consumo de bienes y servicios son más veloces que los de la producción, debido a que los de las cadenas de valor, de abastecimiento y de suministro de las empresas son más lentos. Esta situación originó que la demanda se elevara por encima de la oferta, y cuando esto sucede, el resultado es un incremento de los precios (inflación). Este exceso de demanda sobre la oferta provocó que los costos de los insumos básicos para la alimentación y la industria, como los cereales, los energéticos y los granos básicos terminaran por subir sus precios.
Ante ello, los bancos centrales, a lo largo del año, se han dedicado a incrementar la tasa de interés objetivo con el propósito de emparejar el nivel de la demanda con el nivel de la oferta para reducir la tasa de inflación. La idea es que la reducción de la demanda se logre desplazando el consumo presente por un consumo futuro, ofreciendo una tasa de interés más elevada a quienes poseen el dinero.
En resumidas cuentas, la pandemia, la crisis económica y la guerra han traído consigo una seria de dificultades a la economía familiar, como mayores índices de pobreza, de desigualdad, de hambre, de inflación y de encarecimiento del dinero, aunque, esperemos que conforme trascurra el año, con las estrategias y la reactivación postpandemia, las condiciones económicas mejoren.
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