Recientemente se empezó a discutir la propuesta del gobierno federal de modificar el producto interno bruto (PIB) por un indicador de bienestar. Su naturaleza obedece a razones políticas más que económicas, y tiene que ver con los resultados tan pobres en materia crecimiento económico.

El Inegi informa que el PIB tuvo un decrecimiento de 2.2% en el primer trimestre de este año respecto al mismo trimestre de 2019. Por su parte, el Banco de México estima que el PIB este año termine aún peor, con caída de 8.3% en el peor escenario, según el último Informe Trimestral de la Inflación. Así, lograr un crecimiento económico en promedio de 4% en todo el sexenio, propuesto en la campaña política por el gobierno actual, se ve difícil de cumplir.

Por otro lado, el resultado del PIB sirve para hacer planeación económica y social. De hecho, las proyecciones de la economía mexicana establecidas en los Criterios Generales de Política Económica se basan, en parte, en el comportamiento del PIB. Lo mismo sucede cuando se elabora el Plan Nacional de Desarrollo, y los planes estatales y municipales de desarrollo.

No utilizarlo sería un error, porque las políticas públicas se basan en el comportamiento de este indicador. En el Presupuesto de Egresos de la Federación y la Ley de Ingresos, el PIB es una variable fundamental, ya que las estimaciones sobre impuestos y subsidios se basan en el monto de los ingresos y gastos que hacen los mexicanos.

Asimismo, la repartición y asignación del presupuesto a nivel estatal y municipal también consideran el crecimiento económico de los estados medido por el PIB. La política monetaria que se aplica en el país y en el resto del mundo se rige también con base en el resultado del PIB. Los pronósticos y cálculos de la tasa de interés del mercado y de la inflación no serían posibles sin tomar en cuenta este indicador.

Utilizar un indicador de bienestar social en vez del PIB que refleje una mejora de las condiciones de vida de la población es más difícil de conseguir, ya que, por lo general, utiliza más variables para su análisis, y algunas de ellas son de carácter subjetivo, lo que se presta a percepciones personales. Eso no sucede con la medición del PIB.

Tanto el PIB como un indicador de bienestar son indicadores complementarios. El primero mide en términos cuantitativos la riqueza de un país y se expresa en términos porcentuales para medir el crecimiento que tiene la economía en un periodo determinado. Como medida de la producción, expresa qué tan eficiente es la economía en su conjunto. Es decir, cómo y en qué medida le sumamos valor agregado al conjunto de la actividad económica.

El segundo, aunque también se mide cuantitativamente, mide la calidad de vida de la población. Y parte importante de la calidad de vida son los ingresos que se obtienen de la participación que tienen los hogares, empresas y gobierno en el PIB.

Finalmente, su conocimiento implica de manera muy general y resumida saber cómo estamos, cómo estuvimos y qué rumbo debe tomar la economía a nivel estatal y nacional. También nos permite hacer comparaciones con otras economías del mundo y, con base en ello, tomar decisiones que conduzcan a elevar el progreso económico y social del país, sin dejar de considerar el contexto internacional.

*Académico de la Universidad del Valle de México, Campus Lomas Verdes

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