Como todos sabemos, el próximo 6 de junio se llevarán a cabo las elecciones y para el gobierno federal es crucial llegar con resultados favorables en materia económica. Sin embargo, persiste la problemática de la inseguridad pública, la inseguridad social en la que viven millones de mexicanos y la falta de sensibilidad ante los saldos históricos pendientes, como la pobreza de oportunidades, la alimentaria y la de recursos. Además, se suman la enorme desigualdad del ingreso que el gobierno de la 4T no ha podido disminuir y el marcado descrédito a nivel internacional y nacional por el manejo inadecuado de la pandemia, que ubica al país en el tercer lugar a nivel mundial en el número de muertes.
Hace algunas semanas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer que aumentó su proyección del PIB de México de 4.3% a 5.0% para este año. Un dato demasiado optimista, sobre todo porque en lo que va de los tres primeros años, la tasa de crecimiento del PIB ha sido de -8.5% en 2020, -0.1% en 2019 y de 2.2% en 2018, resultados insuficientes ante los enormes retos de desarrollo y crecimiento económico del país. Este ajuste al alza del PIB proviene de una mejor perspectiva de la tasa de crecimiento de la economía mundial, de 6% y, sobre todo de Estados Unidos, de 6.4%, ya que el ciclo de los negocios y de la producción está fuertemente vinculada al ciclo económico estadounidense en algunas de las variables fundamentales de la economía, como el tipo de cambio, las exportaciones, el PIB y la tasa de inflación.
Sin embargo, la evolución del comportamiento del mercado interno a nivel microeconómico es totalmente diferente y es en este nivel donde la situación es preocupante. Por un lado, tenemos que aproximadamente a 40% de la población apenas le alcanzar para alimentar a sus familias. Además, tenemos una fuerte la caída del consumo privado que acumula una caída importante, sobre todo el de servicios. Y no se diga de la inversión fija bruta, que no se ha podido recuperar desde el cuarto trimestre de 2018, que representaba 21.7% del PIB y para último trimestre del año pasado llegó a 18.6%. En cuanto a los empleos formales generados, aunque en los primeros tres meses se han venido recuperando (más de 250 mil), no han sido suficientes para compensar el millón de empleos formales perdidos con la pandemia el año pasado. Finalmente, la inflación -que es también otro de los indicadores que afectan el bolsillo de los mexicanos, ya que su control ayuda a mantener el poder adquisitivo- se ha incrementado en lo que va del año. En diciembre fue de 3.22% a tasa anual y, de acuerdo con el Banco de México, en el último registro de marzo cerró en 4.67%.
En resumidas cuentas, la parte más sensible de la economía y que puede incidir en las elecciones, es aquella que le pega al consumo de las familias y que ve con incertidumbre y contradicciones el desempeño de la economía del actual gobierno.