Por Arlequín

Si hay alguna de las corcholatas presidenciales que merece obtener la candidatura sin siquiera pasar por la encuesta, es, sin duda alguna, Ricardo Monreal. El no es el consentido, no es el amigo y paisano, no es el que se sacrificó para darle paso a Andrés Manuel López Obrador a la candidatura presidencial para la elección de 2012 , pero sí es el más astuto de todos. Con piel de moderado, pero corazón radical, le entregó al Presidente logros que el resto de las corcholatas no le han ofrendado. Con su planchado traje de conciliador, convenció a los opositores de que apoyaran la permanencia de las fuerzas armadas en las calles, e incluso, los sedujo al grado de convencerlos de votar por él como presidente del Senado pues les hizo creer que él era independiente y que no se dejaba gobernar por el Presidente, que él no era un títere de AMLO, como sus colegas en la Cámara de Diputados. Astuto, como el que más. 

Su actuación fue tan buena que logró engañar hasta a los radicales de su partido, e incluso a las demás corcholatas presidenciales, quienes por debajo de la mesa lo calificaban como un traidor al movimiento y lo daban por muerto en la carrera por la Presidencia de 2024. Desde luego, que la actuación de Monreal, contó con la no menos histriónica participación del maestro de la estrategia, el presidente López Obrador, quien se encargó de mandar mensajes, como el de dejar de invitarlo a desayunar con frecuencia a Palacio Nacional, mensajes que mantenían viva la versión de que había traicionado al movimiento, que ya no era digno de sentarse a la mesa del líder máximo y que para él no había más tamales de chipilín. Cuanto habrá reído esta pareja de hábiles políticos, cuando alguna de las corcholatas le llegaba al Presidente con el chisme de que Ricardo había traicionado al movimiento, y con quejas de que su traición causó la debacle electoral morenista de 2021 en la Ciudad de México. O con el reclamo de que Monreal se estaba oponiendo a las reformas del Presidente en el Senado y que estaba coqueteando con la oposición.

Seguramente, varias veces Monreal y AMLO terminaron sus charlas con dolores de panza de tanto reír por la forma en la que se estaban chamaqueando a las demás corcholatas, y a los partidos de oposición. Sin embargo,, ahora que se acercan los días de la definición, los días en que se decidirá quién es la corcholata ganadora de la candidatura presidencial, Monreal ha dejado caer la máscara al piso, y de manera similar, también se cayeron las quijadas de los tres adversarios de su partido, a quienes diciembre les había gustado para que el Senador se fuera del partido, y ya lo hacían fuera del partido y con el estigma de haber traicionado a la Cuarta Transformación y al Presidente. Riendo por fuera, pero llorando por dentro, Claudia, Marcelo y Adán, tuvieron que posar, hace dos semanas, junto al presiente López Obrador y Monreal, en una fotografía que dio cuenta del regreso triunfal de don Ricardo a Palacio, quien fue sentado junto a AMLO, a su izquierda, mientras que Adán ocupó la silla colocada a la derecha del Presidente, y Marcelo y Claudia fueron acomodados en los extremos. Ambos, AMLO y Monreal tenían mucho que celebrar, pues en las últimas semanas, Ricardo le había dado dos grandes alegrías a AMLO.


El presidente Andrés Manuel López Obrador y el senador, Ricardo Monreal. Foto: Especial
El presidente Andrés Manuel López Obrador y el senador, Ricardo Monreal. Foto: Especial


Primero, ayudó al Poder Ejecutivo a quitarse de encima al Instituto Nacional de Transparencia (el Inai), pues gracias a su habilidad de engañar a la inocente oposición, que una vez más le creyó, logró dejar casi sin vida al incómodo órgano autónomo garante de la trasparencia, que tanto detesta el Presidente. Y, también, gracias a sus buenos oficios, y un par de nuevas fintas a los mismos opositores, logró que en el Senado pasaran a velocidad meteórica una veintena de iniciativas del interés del Presidente y de su partido. Si la vida es justa, la candidatura presidencial debe quedar en manos de Monreal, pues no solo demostró lealtad, sino más astucia que el resto de las corcholatas. Pero, como la vida no siempre recompensa al bueno, y en la política el pragmatismo una obligación, si el senador no resulta ser la corcholata premiada, ni la que obtenga mejor evaluación en las encuestas que levantará Morena para decidir quién será el  abanderado en 2024, él ya ha dejado claro que se quedará en el partido. “Prefiero no ser nada antes que traicionar al presidente”, aseguró hace unos días el senador Monreal. Esa declaración, de cuya sinceridad nadie podría dudar, es una muestra más de astucia, pues ya sería mucha ingratitud que tras aceptar el gran sacrificio que representa abandonar sus aspiraciones a la presidencia, el movimiento no lo recompensara, al menos, con la candidatura de Morena al gobierno de la Ciudad de México. “Mi sueño sí es ser presidente de la República, pero no voy a dejar trozos de dignidad en el camino”,  dijo ayer Monreal en un encuentro con jóvenes estudiantes Y,  para cerrar su discurso dijo: “luchen siempre y no abandonen sus principios, no claudiquen, no transen con lo que piensan y sostengan siempre en lo que creen, siempre, siempre”. Quién mejor que el astuto senador Monreal para aconsejar a las nuevas generaciones de no transar con su ideología, de no abandonar sus principios y de cuidar su dignidad. Lo dicho, esta corcholata se merece el premio.

Andrés Manuel López Obrador, acompañado de la aspirante al Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, encabezó un mitin en la delegación Coyoacán (IRVIN OLIVARES. EL UNIVERSAL)
Andrés Manuel López Obrador, acompañado de la aspirante al Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, encabezó un mitin en la delegación Coyoacán (IRVIN OLIVARES. EL UNIVERSAL)

ME CANSO GANSO. – ¿Dónde quedó la otra mitad del medio ambiente? ¿Quién se la robó?

En la versión web de EL UNIVERSAL, se hizo un comparativo factual sobre los niveles de educación entre el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador y la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la ministra Norma Lucía Piña. Y, más allá de los grados académicos, en los que la titular de la Poder Judicial de la Federación, la doctora Piña, supera al titular del Poder Ejecutivo Federal, el licenciado López Obrador, era difícil imaginar que alguien, incluso sin algún título profesional o mucha instrucción,  tuviera una reacción tan ofensiva, e incluso misógina, como la del Presidente cuándo le pidieron una opinión sobre el galardón que la Asociación Internacional de Mujeres Juezas otorgó  a la ministra Piña por su trayectoria y los avances en la reducción de la brecha de género: “Esos premios se pueden conseguir en la plaza de Santo Domingo”, dijo el Presidente. Esas fueron las palabras del mandatario, quien, días antes ya había dado una muestra de su inteligencia cuando dijo durante su conferencia mañanera: “La palabra ya no me gusta, ¿cómo que ‘medio ambiente’? ¿Dónde quedó el otro medio?”. En esa lógica de pensamiento, cualquier mañana de estas podría decir que término “educación media, no le gusta, pues da la impresión de que algún profesor conservador y neoliberal se robó la otra mitad. Mientras, la ministra Piña también dio muestra de su inteligencia, pues su respuesta al insulto del Presidente, fue el silencio.

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