La semana que concluye ha sido —para quien lo sepa ver, aunque siento decirle que formará parte de una minoría— simplemente atroz. El estilo avasallador y frecuentemente ilegal del gobierno de López Obrador parece haber entrado a una fase de abierto desbordamiento. Como en estampida, violando la veda electoral, todo su gabinete y partidarios han salido a convocar a la ciudadanía a participar del ejercicio “revocatorio” del próximo domingo que a todas luces es más bien confirmatorio.

Instruidos directamente por su jefe máximo, funcionarios de gobierno y partido, como una sola pieza, de la forma más ramplona y cínica ignoraron todas las disposiciones y llamadas de atención del INE y el Tribunal Electoral —así como otras leyes— para apoyar sin ningún recato a su líder. Temen que la gente no salga a votar, que su consulta caiga en el vacío y, consecuentemente, que no alcance a ser vinculatoria.

Luego de la inauguración de su primer megaproyecto, el Aeropuerto Felipe Ángeles, las prioridades de AMLO han sido la promoción de esta consulta, el sometimiento de la Suprema Corte de Justicia para que eche por tierra la inconstitucionalidad de su Ley de la Industria Eléctrica y la presión para que el dictamen de su Reforma Eléctrica se vote en San Lázaro cuanto antes. Después seguirá con la reforma eléctrica, su anunciada reforma electoral con la que proyecta defenestrar al INE y la continuación —cada vez más en la ilegalidad y con mayores daños ecológicos de los previstos— del Tren Maya y de la refinería de Dos Bocas.

No sé si alcanzará todos sus objetivos, porque la tormenta económica que apenas inicia (con el granizo de la inflación) y la descarga que supondrá eventualmente la reforma eléctrica, la presión en aumento del gobierno de Estados Unidos en distintas áreas y hasta las luchas intestinas que protagonizarán Morena y sus compinches por el anticipado y desgastante proceso de sucesión presidencial, no abonarán mucho para que su mandato tenga un final feliz.

Pero la voluntad presidencial es más que nunca clara: pasar por encima de la ley y las instituciones todas las veces que sea necesario. Nadie debe sentirse sorprendido, puesto que si algo hay que reconocerle a López Obrador es un deplorable pero diáfano discurso que va desde su consagrado “me canso ganso” hasta su desvergonzado “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, pasando por un sinnúmero de frases no tan célebres como aquellas que les dijo hace tres años a sus aliados, los maestros de la CNTE (cuando desapareció las evaluaciones al magisterio de un plumazo): “¿entonces yo, para que estoy yo?” y su inolvidable “¿quién manda?”

Resulta evidente que el próximo domingo no está en juego la permanencia en el poder de López Obrador. Sólo vamos a calibrar el impacto popular de su megalomanía. Y me temo que va a ser muy alto (ridículamente alto frente a la opción de que se vaya, que prácticamente nadie promueve), pero de ningún modo mayor que la abstención (que sumará a los que nunca votan y a quienes en esta ocasión hemos decidido no hacerlo).

Eso no le va a gustar al señor Presidente. Entonces, el lunes próximo se va a levantar con redoblados ánimos contra el INE, “los conservadores” y todos sus adversarios reales o fantasmales. Se va a acordar de “quién manda” y va a instruir a Fulgor Sedano, perdón, a Adán Augusto López, para que la “cuarta transformación” siga su paso con o sin el apoyo de la mayoría de los mexicanos (aunque siempre les queda “el pueblo”). Comenzarán así jornadas llenas de descaro que tal vez superen al más retrógrada PRI cuyo modus operandi, en esencia, fuera descrito por Juan Rulfo en su Pedro Páramo:

—La semana que entra irás con el Aldrete. Y le dices que recorra el lienzo. Ha invadido tierras de la Media Luna.

—Él hizo bien sus mediciones. A mí me consta.

—Pues dile que se equivocó. Que estuvo mal calculado. Derrumba los lienzos si es preciso.

—¿Y las leyes?

—¿Cuáles leyes, Fulgor? La ley de ahora en adelante la vamos a hacer nosotros.

Y sin ser adivinos, sabemos que el presidente de la Suprema Corte seguirá callando o dando, cuando las circunstancias lo exijan, su obsecuente voto. Algunos “opositores”, especialmente del PRI, van a descubrir repentínamente sus afinidades con Morena. La andanada contra el INE será bestial y la prisa por terminar su tren y refinería se traducirá en más corrupción e ilegalidades. Por supuesto, el general Sandoval seguirá jugando beis con el Presidente, impulsándolo siempre “para anotar”, mientras que el secretario de Gobernación seguirá usando los aviones de la Guardia Nacional para ir a los mítines con su patriótica comitiva de funcionarios y agregados partidistas.

Serán —son ya— los “nuevos tiempos” de la Media Luna. El México de Pedro Páramo que no admite revocación.


@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez

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