El año concluye con una letanía fastidiosa y popular: las acusaciones (de lo que sea) son falsas; nosotros (Morena y asociados) tenemos, en serio, otros “datos”; somos víctimas de una campaña de la derecha; no violamos la ley, estamos siendo atacados por la prensa “chayotera”; somos señalados porque los neoliberales han perdido sus privilegios; si alguien robó es seguro que los del PRIAN robaron más; si Ciro Gómez Leyva sufre un atentado contra su vida, lo más probable es que se trate de un “autoatentado”; y bueno, si una ministra afín al gobierno plagió una tesis nunca habrá hecho un daño tan grande como el que hicieron Krauze o Sheridan…

Todas estas frases repiten y reciclan una “lógica” verdaderamente singular: la de que todo le está permitido a la presunta izquierda mexicana porque sus causas y objetivos son “superiores”. Ahora, el objetivo, noble donde los haya, no es tanto limpiar el buen nombre de la ministra Yasmín Esquivel –porque esa empresa luce bastante difícil, ante las evidencias expuestas–, sino descalificar a los medios y a todos los críticos de la funcionaria como siempre se ha hecho: son cómplices o instrumentos de los conservadores para descarrilar la candidatura de Esquivel a la Presidencia de la SCJN .

En cualquier país medianamente democrático, e incluso aquí mismo en otras épocas que por lo visto no fueron peores, un escándalo de esta magnitud habría dejado a Esquivel fuera instantáneamente de cualquier cargo público, ya no digamos de la aspiración de presidir la Suprema Corte de Justicia . Pero como aquí la vida democrática, la división de poderes y la misma justicia empiezan a ceñirse por completo a la voluntad del señor Presidente, cada funcionario y candidato que lo rodea puede arrastrar una larga estela de escándalos sin que existan consecuencias de ningún tipo. El presidencialismo mexicano vuelve a gozar de la patente de corso que fuera muchos años sinónimo de dictadura perfecta.

En lo que va del sexenio los ejemplos abundan. Y son tantos y tan deplorables, que cada nueva revelación de un fraude o violación de la ley deja atrás a la que nos ocupaba el día anterior. Su acumulación y sucesiva aparición obran un efecto de cortina de humo permanente que ha ido convirtiendo nuestra vida pública en una de las más nebulosas, opacas e impunes que recordemos.

En un país donde el titular de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett , ocultó en su declaración patrimonial la propiedad de más de 20 residencias y 13 empresas; donde el Metro se desplomó por las corruptelas e ineficacia del gobierno de la CDMX; donde el mismísimo hermano del presidente aparece en un video recibiendo dinero para su campaña de manera claramente ilegal; y donde la hoy candidata al gobierno del Estado de México, Delfina Gómez, solicitaba “diezmos” a sus subalternos cuando era alcalde; en el país donde todo esto, y mucho más, está perfectamente demostrado y no ha ocurrido absolutamente nada, no tenemos forma de suponer que el fraude de la ministra Yasmín Esquivel pueda tener alguna consecuencia. Es muy posible (para vergüenza de la UNAM ) que no pierda ni el título. Y del cargo, ni hablar. Tal vez la próxima semana la veamos encumbrada al frente de la SCJN, sin importar que el mundo observa con atención lo que aquí sucede y que el desprestigio del gobierno crece a diario, junto con la inquietud de nuestros principales socios comerciales y de diversos organismos internacionales.

Ojalá me equivoque, pero creo que estamos entrando al fondo de un estilo profundamente corrupto e impune de gobernar, del que no cabe sino esperar el nuevo escándalo de mañana o la semana que viene. Uno que venga a desplazar el de estos días y que acerque más a la 4T a su infame noción de “hacer historia”.

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@ArielGonzalez 
FB: Ariel González Jiménez 

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