Ariel González

Musas: sigue la debacle, ahora sin obra de Adán Paredes

04/11/2022 |05:51
Redacción El Universal
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El pasado 24 de octubre, Adán Paredes, uno de los ceramistas y escultores más reconocidos de México, recibió una llamada telefónica del director del Museo de Arte de Sonora (Musas), Octavio Avendaño. En esta, el funcionario le informó al artista que su pieza “ Lluvia de Tenábaris” sería retirada del loby del Museo, del que colgaba desde junio de 2017. Así, sin mediar ningún aviso oficial previo, mucho menos alguna consulta, el artista se enteró de una disposición que en realidad ya había sido ejecutada (pues para la reapertura del museo, que estuvo cerrado durante varios meses, la pieza ya había sido “resguardada”).

Hecha ex profeso para ese recinto, la pieza del maestro Paredes consta de 22 mil pequeñas piezas de cerámica unidas y suspendidas por 180 hilos de acero plastificado; cada pieza lleva dos broches, unos 44 mil en total y pendía del techo del inmueble, lo que supuso un reto extraordinario para Paredes y su equipo de artistas oaxaqueños que participaron en su instalación sin el uso de grúas (que no cabían).

Aun el lector menos familiarizado con estos temas, podrá imaginar la dificultad que plantea desmontar un trabajo de esta complejidad sin contar con la asesoría (que nunca fue solicitada) de las manos expertas que lo realizaron. Pero los funcionarios culturales de la 4T todo lo pueden y –aunque no sabemos cómo ni con qué cuidado– consiguieron retirar la pieza para que, por lo visto, nada recordara a los asistentes a la reapertura del recinto su pasado inmediato.

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Durante años, si uno entraba al Musas lo primero con lo que se encontraba era con la “Lluvia de Tenábaris”, que recuerda los tenábaris que usan algunos grupos indígenas como parte de su atuendo para danzar y que están hechos con los capullos secos de la mariposa cuatro espejos; en su interior, contienen pequeñas piedras que producen el característico sonido que escuchamos en danzas como la del venado.

Pues bien, la “Lluvia de Tenábaris” ya no está a la vista en el Museo que reabrió sus puertas el pasado 28 de octubre, después de varios meses en los que hemos podido confirmar la incapacidad, alto grado de burocratización y decisiones arbitrarias (como la que nos ocupa) de las autoridades culturales del estado de Sonora, encabezas por Beatriz Aldaco.

Más allá de las ridiculeces, falsas además, que contiene el discurso de reapertura pronunciado por la señora Aldaco (quien cree que el hecho de que reabra el Musas simboliza “el triunfo de la verdad sobre la mentira, del amor frente al odio, de la honestidad contra la deshonestidad, de la transparencia frente a la opacidad”), es muy preocupante que siga mirando hacia el pasado como justificación de su pobre labor: “Cuando llegamos a esta administración y atestiguamos el descalabro, el abandono, la irregularidad jurídica, la arbitrariedad en la forma de operar, el personalismo, el clasismo y la prepotencia que emanaba de este museo, no dijimos nada ni señalamos ni acusamos a nadie”. A “nadie”, dice, pero luego habla de “los responsables del desastre y sus secuaces oportunistas” que “en lugar de callar, crearon una de las campañas más viles de que se tenga memoria en el sector de la cultura en Sonora”.

Aprendido puntualmente el discurso facilón de toda la 4T –que nunca es responsable de nada y que siempre es víctima de una campaña en su contra–, esta funcionaria, lo mismo que su subalterno, el nuevo director de Musas, Octavio Avendaño (quien por cierto, hasta donde sé, trabajó codo a codo con “los responsables del desastre”), no pueden explicar ninguno de los muchos asuntos que les ha venido cuestionado la comunidad cultural.

Ahora le tocó al artista Adán Paredes sufrir las decisiones caprichosas y atrabiliarias de estos burócratas. Y es una pena en todos los sentidos: por la extraordinaria obra donada por el maestro Paredes y cuyo improvisado “resguardo” hace pensar lo peor; por el Museo que con tanto esfuerzo llegó a albergar una colección de gran valor, que puede perderse por el descuido y el desdén; y por el estado de Sonora, cuyas autoridades culturales están empeñadas en dejar su impronta más como militantes que como servidores públicos de la cultura.

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@ArielGonzlez 
FB: Ariel González