México lleva varios años ante una hipótesis que muchos han considerado exagerada, imposible o poco probable: que el gobierno de Morena está siguiendo los pasos de Venezuela o de otras naciones donde la vida democrática ha sido suplantada por regímenes autoritarios o abiertamente dictatoriales.

Yo mismo, por un tiempo, creí que este planteamiento no tenía mucho sustento. No aún, decía, como esperando que los acontecimientos tomaran otro rumbo y nos alejaran de ese escenario. Incluso, llegué a suponer que el modelo argentino de los Kirchner estaba más próximo en mucho sentidos (sin entender, para decirlo como lo hubiera hecho el camarada Lenin,  que el Kirchnerismo es la fase inferior del chavismo; inferior, pero por muy poco). Adicionalmente, uno de los puntos “fuertes” que yo argumentaba es que la sola vecindad con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial, suponía un blindaje importante frente a la intención morenista de destruir las instituciones democráticas.

Pues bien, debo reconocer que a estas alturas observar la imagen nacional en el espejo venezolano no parece ya una exageración. La tragedia que vive ese país y la política exterior del gobierno mexicano, hacen patentes las muchas coincidencias y afinidades entre la dictadura de Nicolás Maduro y el gobierno morenista. Indigna que el gobierno mexicano haya abandonado la defensa de los derechos humanos, pero también la protección del régimen dictatorial junto con Colombia y Brasil boicoteando a la OEA y llamando al “diálogo” cuando Maduro está usando todo su poder para aplastar violentamente las masivas protestas ciudadanas, así como desaparecer, torturar, encarcelar o asesinar a los opositores.

En el ejercicio inductivo más común, todos hemos aplicado alguna vez el test del pato: si grazna como pato, camina como pato y se comporta como pato, entonces de seguro es un pato. Y es el caso del Presidente López Obrador, su sucesora, Claudia Sheinbaum y, por supuesto, su partido: hablan y argumentan como chavistas, ganaron las elecciones como chavistas y han robado y mentido como chavistas, no sin cogobernar en muchas partes del país con el crimen organizado, como los chavistas. Pero aun así, todavía hasta antes del proceso electoral del 2 de junio podíamos decir que les faltaba camino para alcanzar a Venezuela. Ahora, sin embargo, luego de una victoria electoral que no tuvo necesidad de ser fraudulenta en las urnas pero sí en su campaña con todo el presupuesto y el poder del Estado volcados en apoyar a su candidata ganadora, están a un paso de alcanzar al régimen “bolivariano” concretando los mismos golpes mortales a la independencia del Poder Judicial y a los organismos autónomos que llevaron a ese país a la dictadura.

No obstante, vale la pena precisar: nadie está diciendo que la situación de México sea ya como la de Venezuela (aunque en Chiapas y otros muchos lugares del país me puedan desmentir fácilmente).  Falta que Morena consiga perpetrar el golpe de su ilegal sobrerrepresentación en el Congreso –lo que sería un auténtico fraude poselectoral–, y de que con esta malhabida mayoría calificada apruebe todas las reformas del llamado Plan C.

Y si logra cometer este atraco, que será definitivo para que el país tome abiertamente la senda del autoritarismo, es posible que los rasgos que adquiera el nuevo régimen no sean cien por ciento los de Venezuela. Pero eso será puro consuelo de tontos, porque al fin y al cabo hay un abanico tan grande de países donde el populismo ha devenido regímenes autocráticos o totalitarios que México podría sin duda aportar una versión “original” e idiosincrática.

Por lo demás, las simpatías y hasta gestos de apoyo que el gobierno morenista ha manifestado por personajes como Daniel Ortega, Nicolás Maduro o Vladimir Putin (a quienes han invitado a la toma de posesión de Claudia Sheinbaum, puesto que si dicen la verdad se ha corrido esta cortesía “a todos los países” con los que México tiene relaciones diplomáticas), no dejan lugar a dudas sobre cuál es su programa político. A su vez, la próxima presidenta de México también es bastante sincera al respecto, sobre todo cuando recibe a Cristina Kirchner, una mujer indiciada en su país por corrupción superlativa, para que hable a favor de la reforma al Poder Judicial.

Lo dicho, ya no es posible confundirnos: graznan como patos, caminan como patos…son patos.

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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