Sea cual sea el resultado del proceso electoral, la llamada Cuarta Transformación está condenada a desparecer, al menos como la conocemos hasta ahora. A esa etapa de extinción perfectamente maquillada le llamarán “el segundo piso”, pero no podrá mantener –más allá de las formas discursivas– la continuidad prometida, que se antoja muy difícil, acaso imposible.

El aparente abandono del discurso duro y soberbio de la candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, en su acto de cierre de campaña, ha concentrado desde luego muchos reflectores, pero no puede desde luego generarnos ninguna ilusión, porque son muchas más las muestras de intolerancia que ha manifestado y sus anuncios que respaldan la agenda más antidemocrática de su partido. Sin embargo, evidencia que el escenario que la propia Sheinbaum prevé se encuentra muy lejos del “carro completo” indispensable para instrumentar su retrógrada “Plan C”, y más cerca de uno que ha esbozado muy claramente Jorge G. Castañeda en un reciente artículo publicado en El Universal.(“2 de junio: tres hipótesis”, 29-V-2024).

Ahí, el excanciller se plantea grosso modo varias posibilidades. En la primera, Xóchitl gana por uno o dos puntos gracias a que el electorado sale a votar masivamente; AMLO y el oficialismo en su conjunto no reconocen su triunfo y se abre una crisis de consecuencias impredecibles.

En otro, Claudia arrasa por un gran porcentaje, con lo que su partido “se aproxima a la mayoría calificada en la Cámara de Diputados. En el Senado se entreabre la posibilidad de “convencer” a un puñado de los integrantes del PRI y MC de asociarse con el gobierno para aprobar el Plan C”. Y en ese caso, “se avecina un creciente autoritarismo (…) y una concentración de poder desconocida en México desde los años 80”.

En su tercera hipótesis, Castañeda nos presenta el caso de una candidata morenista que gana, sí, pero con unos cuantos puntos de diferencia. Además, “Morena pierde en la capital y Veracruz, y nadie alcanza 251 escaños en la cámara baja, o 65 en el Senado. Movimiento Ciudadano supera ligeramente su 7% de 2021, y puede inclinar la balanza en el poder legislativo en un sentido u

otro. Además, puede sumarse a la avalancha de impugnaciones que debiera interponer la oposición en el INE y el Tribunal, y a la proliferación de protestas en la calle, en el ámbito internacional y ante los observadores extranjeros”.

Como puede verse, en sólo uno de estos escenarios, que comparto en lo general, la 4T tiene asegurada su continuidad. Necesita ganar y hacerlo holgadamente para echar a andar la destrucción proyectada para su segunda fase. Pero esto no parece ser lo más probable. Sheinbaum lo sabe e intenta en el último momento captar la atención no sólo de los indecisos sino, sobre todo, de los asustados por el gobierno de AMLO y la forma acrítica en que ella viene secundándolo. ¿Quién puede creer que ella concibe “un México plural, diverso y democrático”? ¿Quién puede creer que ella piensa que “el disenso forma parte de la democracia” y que “su deber es y será velar por cada una y cada uno de los mexicanos, sin distingos”?

Lo que realmente cree ella y los dirigentes de Morena es que le pueden tomar el pelo por segunda vez a los mexicanos (y eso por supuesto que es posible). Pero entre muchos sectores de la sociedad mexicana su intento de aparecer como demócrata resulta tardío y muy poco convincente dadas las incontables muestras de autoritarismo que ha validado (del gobierno de su jefe) y las que ella misma se ha impuesto como parte sustantiva de su programa político, que incluye siempre la subordinación del Poder Judicial y la destrucción de todo rasgo de independencia en las instituciones electorales y de transparencia o de rendición de cuentas.

La 4T vive sus últimas horas no sólo por su fracaso proverbial, ampliamente documentado, sino sobre todo porque no va a contar con los votos ni la legitimidad suficiente (luego del cochinero electoral que han producido) para sacar adelante una economía con un déficit enorme, una política de seguridad que ya no resiste un muerto más o un sistema de salud y de educación hechos polvo. Así pues, en una probable aunque pírrica victoria Claudia Sheinbaum va a tener que sentarse a negociar, algo que le va a costar mucho trabajo dado su talante autoritario. Y lo que va a tener que negociar no es cómo construir el “segundo piso” de su falaz “transformación”, sino cómo el país que le va a dejar López Obrador no se le cae a pedazos.

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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