La decisión de incorporar formalmente la Guardia Nacional a las filas del Ejército, mediante un decreto presidencial claramente violatorio de la Constitución, reviste una importancia fundamental para lo que puede ser el futuro de la vida democrática en nuestro país. Será —si no hay un pronunciamiento claro del Poder Judicial que detenga esta iniciativa— un duro golpe a la legalidad constitucional en México; un golpe que, perversamente, el Jefe del Ejecutivo ha diseñado para convertir a las fuerzas armadas en corresponsables de este propósito.

Al integrar la Guardia Nacional —un organismo, recordemos, pensado y creado para ser de carácter civil— a la Secretaría de la Defensa , el Ejecutivo está auspiciando que la institución armada incurra igualmente en una acción ilegal al aceptar los términos planteados por el Presidente López Obrador . El hecho de que se haya elegido el 16 de septiembre, día del desfile militar, como fecha de la “entrega” de la Guardia Nacional a la Sedena, busca confirmar que esta decisión (entre tanques, aviones y fusiles), es irrevocable y que los opositores deben tomar en cuenta este mensaje nada sutil.

Esto, como se ha dicho, sentará un precedente francamente peligroso para nuestra vida institucional y la separación de poderes, puesto que debería ser en primer lugar el Congreso de la Unión el que discutiera y aprobara en su caso esta medida.

Ahora bien, la Guardia Nacional nació teniendo entre la mayoría de sus integrantes a soldados y mandos militares. Se dirá que en la práctica ha sido y es militar, pero el que se formalice su pertenencia a la Sedena no es un hecho menor, como creen algunos, puesto que no sólo confirma la intención del Ejecutivo de gobernar con decretazos y colocarse por encima de la Constitución, sino de hacerlo con el Ejército a su lado, disponiendo que este desempeñe un sinfín de tareas que originalmente deberían realizar civiles.

Por lo demás, sabemos que la Guardia Nacional ha sido, desde su creación, un fracaso en el combate al crimen organizado. Las cifras a este respecto y en todos los rubros delincuenciales no mienten. Y esto ha sido así no por su composición y disciplina militares, ni por el adiestramiento recibido, sino por la determinación política del actual gobierno de no entrar en conflicto con los territorios y negocios principales del narcotráfico.

Tan es así que ha expuesto a la Guardia Nacional, y a la misma Armada y Ejército, al ridículo y hasta a la humillación, ordenándoles que, cabizbajas, se retiren de las plazas y zonas que el crimen organizado tiene bajo su control (en muchos casos con la protección o contubernio de los poderes políticos locales). ¿Qué podrá cambiar ahora que la Guardia Nacional sea parte orgánica de las Fuerzas Armadas? Nada, esencialmente, porque seguirá faltando la voluntad política de este gobierno para imponer el Estado de derecho en el país. Pero si nos atenemos estrictamente a las formas, que en política lo son todo, encontraremos un fondo muy lamentable: al pasar la GN al Ejército, este aparecerá en lo sucesivo como el responsable del fracaso en materia de seguridad. Y después, ¿qué? ¿A quién recurriremos una vez que la última línea de defensa en materia de seguridad fracase, como seguramente lo hará bajo la inspiración “humanista” de su Comandante Supremo?

Me llama profundamente la atención que aquellos que históricamente han dañado más la imagen del Ejército Mexicano —acusándolo, muchas veces de forma injustificada, de graves violaciones a los derechos humanos y hasta de crímenes de lesa humanidad— ean los mismos que desde el poder buscan ahora convertirlo en un actor protagónico y omnipresente en diversas tareas que deberían estar en manos de civiles. Y más, mucho más, me preocupa que lo hagan violando la Constitución y pretendiendo convertir al Ejército en su cómplice de facto.

La Presidencia de la República —con decisiones como la liberación in situ del “Chapito”— ya ha expuesto al Ejército al escarnio público. ¿Lo expondrá ahora a la complicidad al aceptar este que se violente la Constitución? Esa parece ser la más peligrosa estrategia del populismo autoritario que nos gobierna.

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@ArielGonzlez
FB: Ariel González Jiménez

 

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