Miguel nació en un hogar desgarrado por la pobreza. Su padre se fue al otro lado y su madre ha tenido que hacerse cargo de todo. Al principio, la abuela ayudaba a cuidarlo, pero ahora está en cama y no puede hacerse cargo de atenderlo.
La mamá de Miguel, durante todo su embarazo, imaginó que Miguel podría tener una vida mejor. Tendría libros y juguetes bonitos, iría a la escuela, tendría una profesión. No como ella, que nunca tuvo la oportunidad de estudiar. Apenas era una adolescente y ya iba a ser madre. Nadie le dijo cómo sacar adelante a su familia sola.
Pronto descubrió que sus ilusiones nunca serían realidad. Desde antes de su nacimiento su hijo ya no tenía las mismas oportunidades que otros niños y niñas. Su vida estaría llena de dificultades porque desde su embarazo no tuvo las condiciones para alimentarse adecuadamente, vitaminarse o tener seguimiento médico que le permitiera a Miguel nacer y crecer con igualdad. Inició la vida en desventaja.
Al nacer, Miguel pesaba menos que el promedio. Su madre se asustó mucho. Fue una cesárea no justificada, y le dieron fórmula porque le dijeron que ella no tenía leche. En su casa nunca alcanzaba el dinero. Muchas veces comían mal y poco. En la colonia, el agua faltaba un día sí y otro también. Si una mañana muy temprano abrías la llave y, por fin, llenabas la cubeta, el agua era turbia.
El encierro por la pandemia de Covid-19 creó un ambiente aún más difícil, hostil. Tener que vivir hacinados creó muchos pleitos familiares, manotazo aquí, gritos allá; crecer en medio de la violencia era una costumbre y es que la paciencia no alcanza. Miguel ya no pudo entrar a preescolar y ahora tendrá que espera hasta la primaria.
Miguel no juega, se la pasa viendo tele y dice poquitas palabras. Siempre está enojado, triste o asustado. A su madre le dicen que no se preocupe, al cabo, “su hijo todavía está muy chiquito, luego se componen”.
Invisible para los políticos y con sus derechos permanentemente vulnerados, Miguel empieza la vida en desventaja. No es sólo no ir a la escuela, comer mal o ver que otra vez no había medicinas o vacunas en la clínica. Son todas las circunstancias que rodean la crianza de un niño: los adultos inventamos un mundo en donde las niñas y niños no tienen lugar.
Al paso de los años, estas circunstancias cobrarán factura. A Miguel le costará aprender y relacionarse adecuadamente con los demás. Quizá abandone la escuela de manera temprana, conseguirá un empleo precario y tratará de formar su propia familia. La mala alimentación de su infancia se traducirá en enfermedades crónicas. La violencia que marcó su niñez se repetirá con sus propios hijos e hijas.
Pero la historia de Miguel puede ser diferente, tiene que ser diferente.
Miguel no puede ir a las urnas a exigir ser tomado en cuenta. No puede tomar el Congreso y pedir más presupuesto. No puede entrar a Palacio de Gobierno para que, al fin, alguien lo vea.
Pero nosotros sí podemos, los cientos de miles de hombres y mujeres que tenemos bajo nuestro cuidado a un niño o niña pequeño exigimos que todas aquellas personas que tienen la aspiración de gobernarnos se comprometan a cumplir sus derechos hoy. No en el futuro, no mañana, ahora.
Por ello, desde el colectivo Pacto por la Primera Infancia, integrado por más de 450 organizaciones de la sociedad civil, fundaciones empresariales, empresas, universidades, organismos internacionales e instituciones autónomas provenientes de los 32 estados del país, lanzamos una plataforma para convocar a todas las candidatas y los candidatos a un puesto de elección popular a comprometerse con la niñez temprana. De igual modo, pedimos a todos los hombres y mujeres del país replicar este llamado.
Hoy está en tus manos cambiar la historia de Miguel, la de Jimena, la de Sofía, la de Francisco, la de Brian; y la de 13 millones de niñas y niños menores de 6 años en México.
Candidato, Candidata, te toca a ti. ¿Les vas a cumplir?
https://elecciones.pactoprimerainfancia.org.mx
Coordinadora general del Pacto por la Primera Infancia