La digitalización de la economía global ha trastocado mercados e industrias enteras y está preparada para hacer lo mismo con la política y la administración tributaria internacional. El Covid-19 trajo consigo una abrupta transformación de la economía global al espacio digital, forzando de manera acelerada disrupciones en la mayoría de los negocios tradicionales, y los gobiernos no dejarán pasar la oportunidad de aprovechar el impulso y reformar sus legislaciones.
Derivado del crecimiento de la economía digital, se ha abierto un debate sobre los impuestos digitales y la disrupción de la base gravable. En muchas empresas, las actividades digitales como el comercio electrónico, el análisis basado en datos y la publicidad digital, son factores clave en la generación de utilidades. Sin embargo, para muchos países alrededor del mundo, el marco fiscal internacional actual no aborda adecuadamente algunos modelos de negocios crean valor en los mercados donde no están físicamente presentes, ya que actualmente las empresas pagan impuestos en función de la ubicación física de sus oficinas e instalaciones.
Para reflejar mejor cómo y dónde se crea el valor en el mundo digital actual, los gobiernos buscan cambiar la forma en que tradicionalmente han gravado impuestos a las empresas. Las implicaciones fiscales son diversas para todos los jugadores y conllevan grandes retos tanto para los impuestos directos como indirectos y en cuestiones relativas a la política fiscal y a la administración tributaria de cada país.
El marco inclusivo sobre la erosión de la base gravable y el traslado de beneficios (Base Erosion and Profit Shifting, BEPS) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), a través de la iniciativa sobre los desafíos fiscales de la economía digital, ha determinado que las regulaciones internacionales tradicionales del impuesto sobre la renta no se ajustan a los modelos de negocios relacionados con la economía digital, los cuales generan más valor a partir de activos intangibles y son cada vez más frecuentes, ubicuos e innovadores. En este contexto, la OCDE se ha comprometido a elaborar y divulgar un marco estandarizado para que los gobiernos realicen reformas a sus leyes locales, así como tratados de doble tributación.
El esfuerzo de la OCDE por abordar los impuestos digitales ha causado que los directivos en la materia de empresas en todo el mundo estén dedicando mucho tiempo a informar y sensibilizar a la alta dirección sobre las nuevas disposiciones, los impactos esperados y las posibles respuestas estratégicas y operativas que debe considerar el negocio; pues a medida que la agenda avanza, resulta evidente que los cambios propuestos tendrán implicaciones importantes.
En primer lugar, el alcance de los acuerdos y recomendaciones es relevante, ya que la OCDE determinó que toda la economía está digitalizada y es imposible aislar una “economía digital”, por lo que cualquier medida que emita será de aplicación generalizada, con importantes efectos para empresas de todo tipo, digitales o no.
En segundo lugar, hay mucho en juego: el pilar 1, centrado en la reasignación de utilidades y las reglas de nexo; y el pilar 2, enfocado en prevenir la erosión de la base y el traslado de beneficios, pueden cambiar potencialmente aspectos fundamentales del sistema tributario internacional. En otras palabras, se plantea que los derechos impositivos se otorguen a la jurisdicción en la que se generan las utilidades; es decir, donde se encuentran los clientes y usuarios; y una parte de las utilidades corporativas se reasignarían a esos mercados. Además, se prevé que los grupos multinacionales tributen un mínimo de impuesto sobre la renta de sus utilidades globales.
La OCDE ha prometido una solución basada en el consenso para fines de 2020, y la presión política está aumentando. La proliferación de acciones unilaterales que potencialmente podrían desestabilizar el sistema tributario internacional, incluida la implementación de impuestos a los servicios digitales específicos de cada país y las normas antiabuso, está creando una mayor urgencia.
Ante la nueva normalidad, cuando la digitalización cobra más relevancia en todo tipo de negocios, es fundamental que las organizaciones planeen con anticipación los posibles impactos de las reformas fiscales globales propuestas, y que estén preparadas para actuar ante los lineamientos y conclusiones que la OCDE emita en los próximos meses.