Chicago, Illinois.– El lanzamiento de las nuevas gafas New Vision Pro de Apple causó revuelo sobre el potencial de los accesorios que la gente puede usar para combinar la realidad con información sobreimpuesta, conocida como realidad aumentada. Este aparato es el intento más refinado para fusionar simultáneamente los recursos virtuales con la realidad.

Desde hace más de un lustro expertos como Michael E. Porter y James E. Heppelmann publicaron una pieza para el Harvard Business Review donde afirmaron que la realidad aumentada era la plataforma del futuro en los negocios. La habilidad de combinar grandes cantidades de información sobrepuesta en forma de gráficos y animaciones en la realidad facilita la comprensión de datos. Un ejemplo, es muy útil ver las instrucciones para armar un mueble usando unas gafas con esta tecnología mientras se ensambla el producto. La experiencia interactiva facilita la asimilación de información en el cerebro y acelera el proceso de toma de decisiones al realizar una tarea.

Otras firmas relevantes como Meta, dueña de Facebook, también han invertido mucho en sus gafas Quest Pro que invitan a que más usuarios se unan al “Metaverso”, un universo de realidad virtual o aumentada donde las interacciones, socialización, entretenimiento y hasta la educación transcurren delante de nuestros ojos apuntados a gafas de alta tecnología.

Me parece claro que los intereses y tendencias apuntan claramente a este Metaverso y que su desarrollo y oportunidades, como sus riesgos serán inevitables. En lo personal, soy fanático de la tecnología e intento aprovechar las ventajas que ésta nos otorga para trabajar de forma inteligente y eficiente. No obstante, me preocupa la fuerza centrífuga que nos empuja a una creciente inmersión en el mundo virtual, sin considerar en suficiencia los posibles efectos negativos, y dejando en un segundo plano a la verdadera realidad, que es la que realmente importa.

Cuando las redes sociales emergían con gran popularidad, un experimento de generación anterior a lo que hoy vivimos, personajes como Mark Zuckerberg destacaron las virtudes de esta vida virtual para conectar a más gente, no para aislarla. En efecto, hay ventajas del uso de estas tecnologías, pero así mismo se sabe que entre los adolescentes el uso de las redes sociales tiende a reducir su socialización en el mundo real, puede generar ansiedad y depresión derivadas del bullying cibernético, al establecer expectativas incompatibles con la realidad, etc.

¿Cuántas veces ha visto, sino protagonizado, la escena donde una familia sentada en un restaurante que se supone está “conviviendo” muestra a todos los individuos inmersos en sus teléfonos celulares? Las conversaciones son ausentes, el conocimiento íntimo del otro pasa a ser usurpado por la obsesión de qué hacen los demás en línea, o en el reto virtual absurdo más reciente, entre otras distracciones en las que todos participamos.

Creo que es tiempo de que expertos en la materia participen en una especie de ombudsman especializado en el desarrollo de tecnologías para que trabajen en conjunto, no en contra, con las compañías al diseñar las nuevas plataformas. Es prudente que usemos la experiencia para crear oportunidades y desarrollo minimizando los riesgos no intencionados, pero inherentes de la innovación.

Con una inmersión cada vez más profunda en el mundo virtual, quizá la vida real no les importe más a seres que desperdician su existencia en el lugar equivocado. Y no olvidemos, los malos actores también aprovechan estas plataformas para fines perversos que van desde acosadores sexuales en las redes, hasta esfuerzos organizados para desinformar y determinar resultados electorales o, peor, para consolidar la propaganda de regímenes totalitarios. Bienvenida la tecnología, pero es tiempo de desarrollarla considerando el impacto social que tendrá, no solo el interés comercial, debemos actuar con más responsabilidad.

Periodista.

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