Chicago, Illinois.– Una oferta para comprar Twitter fue aceptada por su junta directiva. 44,000 millones de dólares fue el precio por el que se entregará el control al hombre más rico del mundo, Elon Musk. ¿Por qué este millonario quiere adueñarse de Twitter? ¿Qué implicaciones tiene la compra sobre cómo se comunican los usuarios y la sociedad en general?
Primero, Twitter tiene unos 217 millones de usuarios, muy por debajo de los más de mil millones de Facebook. No obstante, la primera es una plataforma usada por líderes políticos para comunicarse de forma sucinta y estratégica. Su diseño permite que los usuarios se mantengan “on message”, o dentro de los límites del mensaje a compartir.
Las opiniones ahí vertidas luego son repetidas por los medios de comunicación tradicionales y otras plataformas digitales, elevando el impacto y trascendencia de Twitter por encima de su número de cuentahabientes.
El señor Musk dice que compró la empresa porque le parece vital defender la libre expresión, elemento clave de las democracias funcionales. Para ello, desea reevaluar la moderación de contenidos, es decir, qué y bajo qué circunstancias algo o alguien puede publicar en Twitter. Su promesa es privilegiar la libre discusión de ideas.
Así mismo, Elon evalúa incorporar un botón para editar el contenido de un mensaje para hacer correcciones o adiciones, opción hasta ahora inexistente. Finalmente, promete que el algoritmo que controla los contenidos sea más abierto para que quienes participan no sean blanco de manipulación, así como eliminar los “bots”, requiriendo verificar que quien publica o reacciona sea, en efecto, una persona. Sin duda, algunos de estos cambios serían positivos.
Desafortunadamente, me parece que este señor ha probado tener una inteligencia tan destacada como su capacidad para mentir en el mundo de los negocios. Por ello, me parece peligroso que una herramienta con el impacto social de Twitter esté en manos de alguien que no honra sus compromisos, como ocurre con los constantes incumplimientos y el derrumbe de los estándares de calidad y servicio en Tesla, compañía estándar de Musk.
También, hay que considerar que las empresas de Elon recibieron subsidios del gobierno para sobrevivir en sus inicios. No obstante, ahora este personaje se opone a que la administración Biden financie con 5,000 millones la construcción de la red nacional de cargadores para vehículos eléctricos. La medida reduciría la ventaja competitiva de Tesla con su red de “supercargadores” sobre sus competidores. Es decir, parece que Musk ya no está preocupado por salvar al mundo del colapso climático, sino que su interés es mantenerse como agente dominante en la economía del futuro, negando a otros el respaldo que él recibió.
¿Qué ocurriría si el millonario usa Twitter como arma política y readmite a Donald Trump? Esta decisión impondría una distracción al país reintroduciendo a un feroz antagonista al presidente Biden, y también se devolvería el megáfono a quien, con violencia, trató de impedir la certificación de una elección presidencial legal y legítima.
Por ahora las plataformas digitales rechazan las regulaciones que impacten su funcionamiento. Dicen ser comunidades donde solo se comparte información. Sin embargo, en 2021, el 71 por ciento de los estadounidenses obtenía su consumo diario de noticias en las redes sociales. Esta tendencia deja en claro la relevancia de estas herramientas en la sociedad moderna.
Las plataformas de comunicación no deben manejarse bajo el capricho de ningún personaje, por relevante o rico que sea, sino que deben ser los representantes electos y la sociedad misma quienes diseñen legislaciones que procuren una sana discusión de ideas.
Periodista.
@ARLOpinion