San Diego, California. – Elon Musk es reconocido como un genio visionario que se propuso transformar el uso de combustibles fósiles en la transportación a la electrificación. Así mismo, es la persona más rica del mundo con $263,000 millones de dólares en activos, según la revista Forbes. No obstante, también ostenta otro título deshonroso: es un mentiroso y un ingrato.
En días pasados, el líder de la automotriz Tesla, punta de lanza en la producción de vehículos eléctricos y sistemas de navegación autónoma, dijo en un foro empresarial que el gobierno “debe hacerse a un lado y no ofrecer subsidios ni incentivos fiscales” a quienes compren un vehículo eléctrico. “Tesla”, dijo, “no los necesita”. También sugirió que la iniciativa legislativa de infraestructura del presidente Joe Biden debe ser rechazada. Esta medida contempla $7,500 millones de dólares para ampliar la red de recarga para vehículos eléctricos en Estados Unidos, un paso indispensable para la adopción de esta tecnología.
Hagamos un poco de historia. En el 2010, la joven compañía Tesla necesitaba capital para producir un auto de diseño familiar por lo que se acogió al Programa de Fabricación de Tecnología Avanzada, donde obtuvo un crédito del gobierno por $465 millones de dólares. Estos recursos permitieron construir su primera planta en Fremont, California, y cuadrar sus finanzas antes de colocar acciones de la empresa al público. Si bien, pagaron el préstamo, es indudable que la asistencia gubernamental fue vital para que Tesla creciera y se mantuviera viable. Fue un financiamiento bueno cuando le fue útil a Musk, quien hoy condena esos estímulos sobre todo si asisten a sus competidores.
Un elemento relevante que ayudó a catapultar las ventas de los autos Tesla, el sedán Modelo S y la SUV Modelo X, fue que los primeros 200,000 compradores se beneficiaron de un crédito fiscal que otorgó $7,500 dólares a la mayoría de estos clientes. Las mismas medidas que incentivaron las ventas de Tesla, hoy son consideradas una intromisión innecesaria.
Una historia publicada por el diario Los Angeles Times en mayo de 2015 ya cifraba la asistencia recibida por las compañías de Musk en casi $5,000 millones de dólares. Otra vez, subsidios buenos, supongo. A esta cifra se deben sumar los estímulos que Texas le ofreció para capturar inversiones de la automotriz como la planta que se construye cerca de Austin.
En la actualidad, el multimillonario parece estar embarcado en dificultar la transición hacia formas de transformación menos contaminantes, y en mantener su papel como jugador dominante en el mercado de vehículos eléctricos. Invertir en una nueva red de recarga favorecerá más a competidores como VW, Ford y GM que ofrecen vehículos no tan sofisticados tecnológicamente como los fabricados por Tesla, pero que son más asequibles al consumidor.
También, Musk parece hablar con el estómago y no con la cabeza por las diferencias que tiene con las políticas de Biden que buscan favorecer a las automotrices que fabriquen vehículos con personal sindicalizado. Considerando que Tesla no cae en esa categoría.
Me parece que la crítica a dar trato preferencial a las empresas con sindicatos es justa, incluso México y Canadá han dicho que demandarán a Estados Unidos si se aprueba esta disposición por considerarla competencia desleal. Elon puede expresar su inconformidad, pero es muy distinto presentar su caso con argumentos legítimos a, en cambio, escupir al cielo y condenar las medidas que fueron el cimiento de su gran éxito.
Los gobiernos del mundo deben poner atención al comportamiento del señor Musk, pues es válido ofrecer incentivos a las inversiones que ofrecen una mejor calidad de vida para todos, pero también hay que evitar criar cuervos que cuando encuentran el éxito vuelvan a sacarle los ojos a quien les dio de comer.
@ARLOpinion