Chicago, Illinois. – Estados Unidos está paralizado, el líder del mundo libre es incapaz de trabajar en legislación que alivie la crisis migratoria. Es más, no puede ni aprobar fondos adicionales para asistir a un puñado de estados y municipalidades ya sin recursos para asistir a los recién llegados. Y no hablemos de aprobar el paquete de ayuda militar a Ucrania, reaccionar a la crisis en Medio Oriente desatada por el terrorismo de Hamas en contra de Israel. El país no puede ayudarse ni a sí mismo con un paquete económico que evite el cierre del gobierno federal.
La parálisis no es resultado de un escenario sacado de ciencia ficción, sino de la disfuncional democracia que tenemos ante la incapacidad de los republicanos en la Cámara de Representantes para designar a un nuevo Speaker. Sin liderazgo, la cámara baja está maniatada para gobernar, y pone a la nación en una posición imposible para reaccionar a crisis internacionales que requieren la participación de este país.
Después de la elección intermedia de noviembre pasado, periodistas y comentaristas repetían la cantaleta de que no hubo una “oleada roja” que dejara una mayoría republicana contundente en el Congreso, como se esperaban. La sorna plagaba los espacios informativos ante el resultado electoral como si se tratara de un juego.
No obstante, el 11 de diciembre pasado escribí en este espacio “Estados Unidos sin gobernabilidad” donde advertí que la estrecha mayoría republicana podía arrojar al país al caos, y permitía amplificar la influencia de unos cuantos chiflados para dinamitar el funcionamiento de las instituciones democráticas. Hoy veo con preocupación que la predicción se cumplió.
Un solo legislador de la cámara baja, Matt Gaetz, un sujeto acusado de mantener relaciones íntimas con menores de edad y con posiciones radicales alineadas con Donald Trump, fue capaz de convocar a un voto para destituir al speaker Kevin McCarthy de su cargo. Fueron ocho republicanos y todos los demócratas quienes decapitaron el liderazgo de una institución obligada a responder a los estadounidenses y al mundo.
Si bien la guerra intestina de los republicanos quedó en evidencia, también hay que decir que los demócratas son tan culpables como los disidentes conservadores por dejar inoperante este cuerpo legislativo. Sabiendo que es necesario mantener un gobierno funcional, con problemas domésticos e internacionales que demandan respuesta inmediata, los liberales se alinearon con los extremistas para imponer el caos y contribuir a la erosión de la democracia como opción viable de gobierno.
Ante el desorden es momento de reflexionar sobre nuestra responsabilidad acerca de la conversación pública y cómo debemos dirimir las diferencias mientras preservamos un gobierno funcional. Los medios y comentaristas deben entender que la teatralidad bien puede funcionar en memes o videos cortos, pero no contribuye a fortalecer una forma civilizada de convivencia. Los populistas demagogos simplifican problemas complejos para ofrecer ocurrencias, pero otros les ayudan banalizando lo que verdaderamente es relevante.
Gobernar implica la responsabilidad con los ciudadanos de ofrecerles un mínimo de servicios y seguridad, no propaganda, canciones o chistes, pero instituciones que cumplan con su deber, obligaciones pagadas con el bolsillo de los contribuyentes. Cuando el Estado no honra sus responsabilidades mínimas deja desolación y desesperanza.
Como ciudadanos debemos denunciar, condenar y expulsar de posiciones de poder a grupillos de radicales y a los cínicos que prefieren sacar raja política de los problemas, aunque causen ingobernabilidad. Mientras escribo estas líneas, aún no se ha elegido a un nuevo líder en el Congreso. Lo dicho, sin democracia, el caos, y a las pruebas me remito.