Chicago, Il.- El presidente López Obrador presume la cantidad sin precedente de remesas que recibe México. “Nuestros paisanos nos siguen ayudando mucho”, dijo cuando sólo en julio superaron los $4,000 millones de dólares. Más notable fue su tono triunfalista en su informe de gobierno al destacar el aumento del 22.44% en los envíos de dinero en lo que va del 2021, con relación a los $40,606.7 millones de dólares de 2020. El apuntalamiento financiero ocurre a pesar de la dantesca contracción económica ocasionada por el COVID-19.

Primero, hay que establecer la relación entre remesas y la necesidad de los receptores. Los migrantes no mandan recursos “por solidaridad”. Quienes ganamos dólares nos vemos obligados a apoyar en mayor medida cuando los seres queridos tienen más carencias. Bombear más recursos es requerido ante el fracaso de las políticas públicas mexicanas para contrarrestar la crisis y ante la incapacidad por reactivar la economía.

Por décadas, los gobiernos de México han utilizado la emigración de sus connacionales como una válvula de escape al no ofrecer oportunidades a quienes vivimos en Estados Unidos. Después de todo, no hay que ofrecer trabajo, seguridad social, vivienda, ni seguridad pública a los ausentes. Ellos y ellas envían dólares sin recibir a cambio espacios políticos de representación o una silla en la mesa donde se toman las decisiones. Es más, ni siquiera se evitan los abusos que sufren en las aduanas de los aeropuertos y la línea fronteriza.

Pero analicemos quiénes son los héroes que financian la ineptitud gubernamental. Según un estudio, el ingreso promedio en un hogar de estadounidenses es de $58,000 dólares al año. Pero los inmigrantes ganan menos, especialmente los mexicanos quienes perciben sólo $41,500. Es decir, los nuestros migrantes ganan 17% menos que los estadounidenses, sin considerar que más integrantes de una familia mexicana trabajan y aportan, que tienen jornadas más largas y en peores condiciones laborales.

Durante casi toda la pandemia, los inmigrantes padecieron niveles de desempleo más altos que los americanos. En el peor momento, 12.4% de los estadounidenses no tenían trabajo mientras que el 15.3% de los inmigrantes pasaban por esa situación. Si bien esa brecha ha venido cerrándose, este es el contexto en que los paisanos han roto los récords que celebra el presidente de México. La pandemia dejó a muchísimos paisanos sin poder pagar la renta o la hipoteca de su hogar, ni pudieron proveer bienes básicos como comida a sus familias.

Los analistas señalan los múltiples estímulos fiscales y en efectivo que ha otorgado el gobierno de Estados Unidos como la fuente responsable de la bonanza remesera. Pero hay que considerar que los indocumentados no recibieron esos apoyos, al menos al principio de la pandemia. Hoy, el gobierno de aquí transfiere hasta $3,600 dólares por hijo menor a las familias. Quizá los paisanos mandan una parte de esta ayuda a México. No obstante, hay que tener claro que quienes hacen estos sacrificios tiene cuentas por pagar y responsabilidades que cumplir, y que sus problemas como sus ingresos se pagan en dólares.

En una de sus mañaneras, López Obrador “dedicó una canción” a los migrantes. Más se agradecería, digo yo, que México genere empleos y crecimiento económico, que se recupere la seguridad pública en las comunidades receptoras de remesas donde viven como rehenes del crimen organizado. En pocas palabras, presidente, déjese de numeritos, haga su trabajo, honre a los migrantes con resultados y no se cuelgue medallas ajenas. Si el país recibe más remesas es indicativo de la incapacidad gubernamental, y usté es el jefe de ese aparato.

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