Chicago, Illinois.— La contienda por la candidatura demócrata ya está delimitada entre el exvicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders. Biden es el moderado, mientras que Sanders promete dinamitar el status quo con ideas radicales.
De los 14 estados que se disputaron el martes pasado, Biden ganó 10 y Sanders cuatro, victorias asimétricas cuando se consideran los delegados electorales que recibirán. Con su victoria en California, Sanders cuenta con 501 delegados y el ex vicepresidente 566.
Los resultados forzaron a que varios precandidatos abandonaran sus aspiraciones para apoyar a Biden. Ahora falta que el alma gemela ideológica de Sanders, Elizabeth Warren, salga de la carrera y diga a quién apoyará.
Ahora bien, más allá de los resultados hay que registrar la motivación de los electores en votar como lo hicieron. Quienes sufragaron por Biden no muestran gran entusiasmo, pero creen que es la opción pragmática para sacar a Trump de la Casa Blanca. Los simpatizantes de Sanders, por el contrario, son apasionados enardecidos que desean una transformación profunda del sistema político y económico. Son individuos antisistémicos como los simpatizantes de Trump, sólo que favorecen ideas del extremo ideológico opuesto.
Según un estudio hecho por Gallup, 37% de los estadounidenses se definen como conservadores (pro-republicanos), 24% liberales (pro-demócratas) y 35% moderados. Esta encuesta y otras con resultados similares prueban que un movimiento radical revolucionario como el de Sanders no puede ganar la presidencia pues no apela a la mayoría.
Los acólitos del senador quieren sacudir el sistema ofreciendo acceso universal y gratuito de salud, perdonar el billón y medio de dólares en deuda de préstamos estudiantiles, entre otros programas que requieren una enorme intervención del gobierno.
La cuestión es que para bien o para mal, los estadounidenses votan teniendo en mente su bienestar personal y familiar. Por ello, es posible que el público no extienda la alfombra roja a un señor que promete voltear de cabeza el sistema de salud con el noble fin de ampliar la cobertura.
En lo personal, odio el sistema de salud americano, es lento, carísimo y exhibe prácticas monopólicas y fraudulentas. Sin embargo, entiendo la preocupación de un padre de familia que ignora si el médico y el tratamiento que recibe un hijo enfermo estará disponible al “revolucionar” un sistema del que depende la vida de su ser querido. Pensemos en el paralelismo en México, donde al buscar eficiencias y erradicar los fraudes dejaron sin tratamiento a niños con cáncer.
Regresando a la contienda, el próximo martes 10 de marzo seis estados elegirán al candidato demócrata. Entre ellos, hay bastiones donde la comunidad afroestadounidense tiene influencia, elemento que puede consolidar el avance de Biden. Lo mismo puede ocurrir en el otrora estado manufacturero de Michigan, donde el exvicepresidente lleva una ventaja en las encuestas.
La burocracia del Partido Demócrata teme a Sanders porque purgaría las estructuras y muchos perderían sus privilegios. No obstante, el rechazo generalizado a este personaje se entiende más por el pragmatismo del electorado en elegir a quien creen tiene más posibilidades de derrotar a Trump.
Si las tendencias se mantienen y Biden resulta ser el candidato demócrata, temo que sea insuficiente para derrotar al presidente. Al final sería un enfrentamiento entre un político tradicional (Biden) contra el agente externo (Trump). Por eso escribí en este espacio que Michael Bloomberg y Pete Bu-ttigieg eran mejores opciones, por ser ajenos a la maquinaria y porque podían encarar menor resistencia entre los electores. Pero eso ya lo veremos en otra colaboración luego que se defina quién se queda con la candidatura demócrata.
@ARLOpinion