Chicago, Illinois. – Recuerdo mis años en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Los profesores y alumnos discutíamos en clases y tertulias los efectos de la excesiva concentración del poder. La dicotomía del jefe de Estado y caudillo partidista borraban los linderos entre gobierno y aparato político; a eso le decíamos “el sistema”, que descansaba en las facultades del Ejecutivo que Jorge Carpizo llamó “metaconstitucionales”.
Como estudiante, mi generación aspiró a un México libre, una nación con pesos y contrapesos republicanos donde la voluntad de un hombre no lo fuera todo. Nadie imaginaría la desgracia que hoy vivimos.
Andrés llegó con un contundente mandato a la presidencia gracias al uso de un discurso simplista que centró los problemas en un solo demonio: la corrupción. Una sociedad abusada y defraudada le otorgó el voto para que encabezara la administración con más poder en la breve historia del México democrático.
A pesar de usar el tema como bandera política, el gobierno se ha visto involucrado en escándalos que incluyen a miembros del gabinete, se supo de la entrega de contratos a la prima del Ejecutivo y se observó en video la recepción de efectivo, un delito electoral, por el hermano del hoy jefe de Estado. El Índice de Corrupción en México de Transparencia Internacional, indica una percepción preocupante sobre el flagelo. El país tuvo una calificación en 2020 que lo coloca a la par de los peores años de Enrique Peña Nieto (31 puntos de 100).
Manuel dijo conducirse bajo el credo “no mentir, no robar, no traicionar”, como amuleto para no contraer el nuevo coronavirus. Pero según la organización Signos Vitales, usted miente en promedio 80 veces en ese ejercicio de propaganda llamado “la mañanera”. Así las cuentas, en dos años de su gobierno casi duplica las 23,000 falsedades que otro falaz consumado, su amigo Donald Trump, nos regaló en cuatro años. ¿Tendrá algo que ver deshonrar la palabra con contraer el Covid-19?
En otro paralelismo, López y Trump se ungen como individuos únicos capaces de devolver la grandeza nacional viendo hacia atrás, explotando la nostalgia de un pasado incompatible con el futuro que requiere innovación, educación y nuevas ideas. También, se proyectan como machos alfa, pero se victimizan cuando algo no sale bien. ¿Cuál es la realidad? ¿Son líderes envalentonados que espetan “me canso ganso”, o cachorritos inermes en un entorno en que nada depende de ellos, que les hace despreciar el concepto de responsabilidad personal?
El líder tilda de traidores a quienes resisten su voluntad. Pero Obrador ha causado decenas de controversias constitucionales derivadas de sus acciones de gobierno, por ser ilegalidades que violan la Carta Magna. Ahora, dice que acabará con los órganos autónomos que le estorban para dar esas tareas a oficinas que dependen de su control. Si eso ocurre, será una vuelta al tiempo en que los dinosaurios “del sistema” dominaban la vida nacional.
No obstante, nada de esto pasaría sin un ejército de cómplices. ¿Dónde están aquellos que en su juventud exigían la democratización del país, la rendición de cuentas y un alto al abuso de poder? En nuestros años mozos soñábamos con un país donde la ley no fuera palabra muerta. Es patético que los echados p’adelante de ayer encarnen la obediencia de hoy. Agradar al jefe es su premisa, aunque la sinrazón prenda en llamas al castillo y al reino. Estos pusilánimes validan hoy con aplausos la regresión democrática.
Sé que habrá quien cuestione la manera en que me refiero al Ejecutivo. En mi defensa diré que tengo más respeto por la institución presidencial que quien la detenta pues él ha violado su juramento de honrar la Constitución y el sistema electoral que lo llevaron al poder. Por ello, no pronuncio su nombre de corrido, sino que lo hago, así como él habla: a pedazos.
Periodista.
@ARLOpinion