Chicago, Illinois. – El Congreso de Estados Unidos aprobó la iniciativa para la Reducción de la Inflación que busca bajar el déficit aumentando impuestos, limitar el costo de medicamentos para grupos vulnerables y hace la inversión más grande en la historia en seguridad energética y economía verde. Este último punto considera una inversión de $369,000 millones de dólares de los cuales México podría verse inmensamente beneficiado, esto es, si se actúa con racionalidad y despiertan de la pesadilla en la que se encuentran.
Primero lo general. El nombre de la iniciativa es atractivo para que el público crea que se trata de un esfuerzo que controlará la escalada de precios. Si bien hay aspectos que ayudarán a bajar costos, digamos, de la insulina para los diabéticos, el objetivo es recaudar más dinero de las corporaciones y del sector bursátil para redireccionar los recursos a otras prioridades.
El gobierno planea recaudar $737,000 millones de dólares cobrando un mínimo de 15% de impuestos a las ganancias de las corporaciones, e imponer el 1% de impuesto a la recompra de acciones que hacen las compañías cuando el precio de éstas es bajo, pero que retienen la ganancia cuando los títulos y el mercado se recuperan.
Esta reforma fiscal enmascarada de control inflacionario será acompañada de recursos para que el Servicio Interno de Rentas (el SAT americano) combata la evasión, y de los ahorros que generará un nuevo esquema de compras de medicamentos del gobierno para los programas Medicaid (personas de bajos recursos) y Medicare (personas de la tercera edad).
De los cientos de miles de millones destinados a la seguridad energética, habrá recursos para la adopción de paneles solares en los hogares, instalar medio millón de estaciones de recarga para vehículos eléctricos (EVs) y para ofrecer $7,500 dólares a quienes compren un EV nuevo, y $4,000 por uno usado.
La administración Biden dice que estas inversiones reducirán el costo de las cuentas de energía (gasolina, gas y electricidad) entre $500 y $1,000 dólares por hogar al año, y recortarán las emisiones de carbono en 40% para el 2030. Todos estos objetivos son muy nobles, pero hay que ver la letra pequeña.
Para que un consumidor reciba los $7,500 dólares a cuenta de un EV es necesario que sea ensamblado en América del Norte o en una nación con un tratado de libre comercio con Estados Unidos. México cumple con el requisito. El otro aspecto es que los materiales con los que se fabrican las baterías provengan también de América del Norte en un 40% para el 2024, y el 100% para el 2029.
Es decir, Estados Unidos está redireccionando su política manufacturera sobre la transportación del futuro para que estas unidades se ensamblen en este país, y se dé trato preferencial a Canadá y México. La intención es sacar de la jugada a China, que hoy domina el 76% del mercado mundial de baterías, y que intenta encabezar la nueva transportación global.
México está en una posición privilegiada para atraer inversiones de las automotrices para fabricar EVs. Así mismo, se abre la inmensa oportunidad que el país explote sus yacimientos de litio y otros materiales para que se incorporen en las baterías para este fin.
Se trata de una oportunidad que cayó del cielo y que ojalá sea aprovechada por el próximo presidente de México, porque el actual es un demagogo únicamente interesado en la consolidación del poder, que sacrifica inversiones, empleo y crecimiento económico.
En este espacio he llamado a que México capture los capitales, la tecnología y la capacitación laboral para fabricar las opciones de transportación del mañana. Ayer, Estados Unidos puso este manjar en bandeja de plata, espero que lo aprovechen.
Suscríbete aquí para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión, planes para el fin de semana, Qatar 2022 y muchas opciones más.
@ARLOpinion