Chicago, Illinois. – El cine es una de las mejores expresiones del ser humano. Una buena película requiere una historia bien escrita, talento para contar el cuento con imágenes y sonidos, una edición que ponga junta la materia prima, grandes actuaciones, buen vestuario, escenografía, locaciones, y una banda sonora que comunique con música las emociones en la pantalla.

Como millones de espectadores vi la ceremonia de los Oscars cuando ocurrió la agresión del actor Will Smith al comediante Chris Rock. Un chiste sobre la apariencia física de la esposa de Smith, quien padece una condición médica, resultó en la bofetada más famosa de la historia.

El desconcierto dentro del Dolby Theater de Los Ángeles y en todos los hogares donde se veía la transmisión aumentó cuando Smith gritó altisonantes desde su asiento. La ceremonia no se detuvo, Smith permaneció en su lugar. En las redes sociales algunos lo justificaron y otros condenaron la violencia.

El hecho de que el agresor no fuera retirado, y que minutos después de golpear a una persona delante de una audiencia global, recibió una ovación de pie al ganar el Oscar por la película King Richard, fue un doloroso microcosmos de la sociedad en que vivimos.

Nuestro mundo ha normalizado la mentira y el abuso como recursos válidos para promover agendas. Hace años, un colega celebraba cuánto disfrutó el episodio del programa The Apprentice, conducido por Donald Trump. La cara se me descompuso y el colega al notarlo pregunto, ¿no te gusta el show? Contesté con un adusto ¡No!

Para mí es imposible comprender que el público disfrute de la humillación pública a la que sometían los participantes en The Apprentice, donde un presunto millonario los avergonzaba para culminar “despidiendo” al elenco eliminado. El problema no era la competencia, sino el menoscabo a la dignidad, el maltrato de un bully como clave para captar televidentes.

Desde el 2014, Estados Unidos ha visto un incremento sostenido en los casos reportados de agresiones físicas que pasaron de 230 a 280 por cada 100,000 habitantes. Peor aún, la violencia con armas de fuego ha aumentado recientemente en las principales ciudades donde, con frecuencia, las confrontaciones ocurren en comunidades afroamericanas.

Quizá debemos reflexionar sobre inculcar a las nuevas generaciones la idea de que “pueden ser lo que se propongan”, pero olvidamos incluir que también deben hacer el trabajo arduo, ser disciplinados y estar preparados para los fracasos que irremediablemente la vida impone. Quizá por ello cada vez es más común que las celebridades, políticos e “influencers de celular” exhiban una personalidad narcisista definida por: creerse grandioso, poseer capacidades ilimitadas de éxito, la noción de que eres “especial” —por lo que las reglas no te aplican, y que tienen el derecho de abusar de otros.

En 2016, Jada Pinkett Smith “boicoteó” los Oscars luego que su marido, Will, no fue nominado como mejor actor por la cinta Concussion, situación que provocó otra broma de Chris Rock. Pero, el punto es que se debe entender que por malo que sea un chiste, nada justifica un ataque físico. También, que el matrimonio Smith ya ha mostrado berrinches narcisistas al no recibir el reconocimiento que seguramente creían merecer.

El Séptimo Arte requiere talentos diversos y un altísimo nivel de colaboración entre quienes a ello se dedican. Con su vergonzoso comportamiento, Smith echó a perder la noche a decenas de profesionales que serían festejados por sus contribuciones, para mostrar “lo macho que es para defender a su esposa”, perpetuando estereotipos de género y los prejuicios sobre la violencia entre hombres negros.

Tristemente, no todos merecemos el cielo y las estrellas, como no todos podremos ser astronautas. No obstante, lo que sí podemos y debemos hacer es conducirnos con respeto a las normas y a las personas.

Periodista. @ARLOpinion

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