Chicago, Illinois. – ¿Por qué cuando alguien hace algo incorrecto algunos sienten satisfacción o falta de remordimiento? Según la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos esto se debe a “la normalización de las desviaciones, que ocurre cuando un conjunto de personas se vuelve insensibles a una práctica incorrecta que al suceder deja de ser percibida como errónea”. En esta categoría incluyo el ejercicio conocido como “la mañanera”.
El Presidente de México dice que utiliza este recurso para “informar al pueblo”, en una suerte de testimonio a la transparencia. No obstante, el verdadero objetivo político es establecer el tono y los temas de la discusión pública. Una suerte de “el que pega primero, pega dos veces” como maniobra de comunicación. Si bien, el propósito es válido, repruebo los métodos, y la falsa presunción de un acto de supuesta honestidad para, en su lugar, abusarlo para calumniar, descalificar, polarizar, mentir, y hasta contar chistes y relatos ante un sequito de paleros.
Recientemente, algunos medios de comunicación analizaron la bitácora de actividades del Presidente y encontraron que es común que su único acto de gobierno, si así se le puede considerar, es la conferencia de prensa. López Obrador ha dicho que gobernar no es complicado, y no debe serlo para alguien que inicia temprano, tiene una junta con colaboradores, luego habla frente a las cámaras por 90 minutos para lanzar injurias, atacar a los adversarios, casi nunca informando sobre su administración, y luego se va a jugar beisbol.
El Presidente es un hombre rudimentario de pensamiento, pero con un gran instinto para reconocer qué elementos de comunicación le son útiles para establecer su narrativa y definir el discurso nacional. Esta habilidad mediática sería una virtud de no ser torcida con recursos viles encaminados a engañar o desviar la atención de sus responsabilidades como estadista. Por ello, rechazo con todo vigor que se señale a López Obrador como un genio de la comunicación, pues quizá solo es un gran embustero que engatusa al pueblo con afirmaciones de dudosa veracidad.
La consultora SPIN lleva un recuento de las mentiras o afirmaciones no comprobables del presidente desde que comenzó su gobierno. En mi investigación encontré notas periodísticas que recuentan 37 mil falsedades en 2020; 61 mil en 2021; y 94 mil a finales del 2022. Es decir, miente casi 100 veces por día, pero como lo hace a diario, nos hemos vuelto insensibles a la desviación y la hemos normalizado, como si la práctica ya no fuera condenable.
Desde la tribuna de Palacio Nacional, este hombre acusa a entidades y ciudadanos privados sin ofrecer pruebas ni respetar el debido proceso, elemento fundacional del estado de derecho. Cuando hace acusaciones de corrupción, celebraría ver el seguimiento judicial y que quienes han abusado de México sean castigados. Tristemente, la blasfemia del día se disipa en el mar de calumnias y el soez entretenimiento en que se ha convertido este evento.
En “la mañanera” también se han cometido delitos al violar el secreto bancario, o al hablar de elecciones y precandidatos en un espacio no destinado para ello y fuera de los tiempos en que es permitido, en lugar de enfocarse en la rendición de cuentas del gobierno.
En el diario Excélsior encontré esta definición: “merolico es un mexicanismo que designa a un charlatán, a un vendedor o curandero callejero que hace promesas de maravillas sin fin, pontificando a toda velocidad las cualidades de su producto”. ¡Eso es lo que México tiene por presidente!, un hombre cuyo pertinaz oficio es envolver a la audiencia para que compre un producto, su narrativa. No obstante, hay que recordar que la mentira y la ilegalidad no pueden ser virtudes, por lo que no debemos seguir normalizando el horror.
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@ARLOpinion