Chicago, Illinois.– Leí el texto publicado por el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón en este diario explicando la “doctrina López Obrador” sobre política exterior. En particular, Ebrard delinea las razones del presidente de México para visitar países de Centroamérica y Cuba. Su texto, suena bonito, pero creo que debe cuidar la espalda con tanta contorsión que hace para explicar otra estrategia fallida de esta administración.
Y no es que tenga problema en que este Presidente desee estrechar los lazos latinoamericanos, impulsar la cooperación y ampliar el bienestar continental. El problema es el desdén que el Ejecutivo de México tiene hacia su vecino y primordial interés estratégico: Estados Unidos.
Aquí dos cifras, según la Oficina del Representante Comercial de EU, en 2019, México exportó $387,800 millones de dólares en bienes, y fue el segundo socio comercial en volumen de mercancías a Estados Unidos. Según estos datos, las ventas mexicanas al vecino del norte representan cerca del 25 por ciento del PIB de México.
La otra cifra, en 2021 se alcanzó un récord de remesas enviadas por los migrantes a México, $51,594 millones de dólares. Sume, canciller, y le dará algo así como un tercio del valor de la economía mexicana. Es importante mencionar que los envíos de dinero son el fruto del trabajo arduo y honrado de los migrantes, pero que indudablemente son transferencias de riqueza generada en una nación que van a parar a otro país.
Esos datos deberían dejar claro que la prioridad de México es privilegiar el trato con su principal socio comercial. No obstante, lo que está ocurriendo es una serie de hostilidades del presidente de México para dinamitar los lazos con la administración Biden.
Un día sí y el otro también, el señor López Obrador acusa a los americanos de financiar opositores, de entrometerse en la soberanía nacional, les dice una cosa en privado a los negociadores estadounidenses en las conversaciones sobre la reforma eléctrica, para desconocer todo al día siguiente. “Yo no acepté, yo me quedé callado”, dijo entonces.
El activismo presidencial para incluir a regímenes antidemocráticos en la Cumbre de las Américas a celebrarse en Los Ángeles, California, del 6 al 10 de junio, así como su visita a Cuba también son un desafío y una provocación para los estadounidenses.
López Obrador habla del cuidado de la soberanía como la protección de algo impoluto, pero cuando llegan los millonarios recursos de las exportaciones y remesas, “el dinero del imperio” ya no es sucio. Al contrario, lo presume como logro propio sin serlo.
Canciller, entiendo que usted y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, compiten por la gracia del jefe para recibir su bendición y sucederle en el poder montados en el corporativismo gubernamental y su partido de Estado, Morena. Su ardiente deseo por cuidar agendas les obliga a tragar sapos (acuérdese de la carta que mandó el presidente a España) y defender políticas que bien saben son erróneas.
Ebrard y Sheinbaum se han convertido en los Ted Cruz y Josh Hawley mexicanos. Son personas educadas en universidades de calidad mundial, con experiencia política, inteligencia y capacidad. Pero su ambición por “la grande” los lleva a hacer maromas para explicar lo ilógico, apoyar o minimizar la regresión democrática de este régimen que, por cierto, tiene características muy similares a lo que ambos lucharon en contra como opositores.
Procurar la unidad latinoamericana es un fin noble, pero más importante es defender y promover el interés de México dando su lugar a quien lo merece, Estados Unidos. Quizá usted puede ser un gran candidato, pero hoy le toca ser un buen canciller. ¡Libérese, Marcelo!