Chicago, Illinois. – El gobernador de la Florida, Ron DeSantis, está más de 20 puntos porcentuales abajo del expresidente Donald Trump en las preferencias por la candidatura presidencial republicana (CNN, 47%-26%). Quizá por ello aprovecha toda oportunidad para hacer escándalo y presentarse como un radical conservador, capaz de combatir a la extrema derecha. Ahora, su politiquería se enfocó en el tema de la migración indocumentada.

Una ley acaba de entrar en vigor en la Florida que considera un delito obtener empleo usando documentos falsos, exige a los empleadores con más de 25 trabajadores usar el sistema federal E-Verify para corroborar la elegibilidad para laborar, sanciona a empleadores por tener personal indocumentado y hasta castiga a quienes transporten a personas sin papeles.

Si bien hay argumentos en contra de la migración ilegal como los abusos de que son objeto estos trabajadores por su vulnerabilidad, y la depreciación de salarios que ocurre en algunos, pocos, casos ante la mano de obra barata, a DeSantis le interesa ser visto como el “duro” contra los “ilegales”. El gobernador desea expandir una base que lo vea como impulsor de la ley y el orden, el hombre que puso un alto a la inmigración no autorizada, que se cree incorrectamente en su partido está fuera de control.

La legislación cuya denominación es SB 1718 rebasa las atribuciones otorgadas a las normas estatales e invade el control sobre la política migratoria, facultad exclusiva del legislativo federal cuyas reglas deben ser implementadas por el gobierno nacional, no por un tipo que anda en busca de reflectores. Esta debilidad normativa de origen anticipa que se presenten demandas en contra de esta ley que, al menos, suspenda su aplicación en un futuro próximo.

¿Para qué tanta alaraca si SB 1718 no irá a ningún lado? Pues porque la misión no es limpiar casa, sino hacer política a costillas de uno de los grupos más vulnerables, necesitados y productivos de este país. Si los indocumentados carecen de representación efectiva y derechos, DeSantis ve en esta embestida la oportunidad de promover su imagen sin pagar costos políticos.

Los efectos de la agresión ya se están sintiendo. Diversos empleadores de la construcción y el campo reportan al menos un 25 por ciento de reducción en su fuerza laboral, y esto sin contar otros sectores como los servicios y el turismo que dependen de estos trabajadores. La política fiscal laxa que ha promovido atraer capitales al estado ahora dejará a los inversionistas con un déficit de mano de obra por la teatralidad del mandatario estatal.

Este personaje es un claro ejemplo de la metástasis del populismo inyectado por Trump. Como aspirante a liderar a la nación, el gobernador no habla de ideas para corregir los problemas, sino de temas incendiarios que atizan las emociones, enfrentando un segmento de la población en contra de otro. No hay propuesta, solo salidas falsas y un culto a la personalidad del “redentor”.

La demagogia e ignorancia del gobernador no se limita a asuntos domésticos pues ha demandado que Estados Unidos detenga su apoyo financiero a Ucrania para enfrentar la agresión de Rusia. DeSantis no hace consideraciones sobre las consecuencias geopolíticas y el riesgo de seguridad nacional que representa que Vladimir Putin siga impune por sus actos, así como el aumento de la influencia de una China autoritaria si Occidente fracasa al manejar el conflicto.

Como otros demagogos, DeSantis habla y habla para agitar ánimos sin tener sustancia ni las cualidades que un líder necesita. Aunque su teatro migratorio es una farsa, sí hará escarnio de los más vulnerables, por lo que sus actos están en el manual de cómo actúan los cobardes.

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