Chicago, Illinois. – Mañana se reunirán los delegados del Colegio Electoral en los estados de la Unión Americana para formalizar la elección del próximo presidente de Estados Unidos. Los votantes sufragaron, las cortes desecharon las impugnaciones, la ley se cumplirá y con ello la alternancia en el poder debería ocurrir sin contratiempos. Nada más lejos de la realidad.
Según una encuesta de la cadena Fox, 68 por ciento de los republicanos creen que Donald Trump fue robado en la pasada elección. En total, 36 por ciento de los votantes creen que un fraude electoral llevará al poder al candidato equivocado. ¿Por qué la gente cree esta tesis a pesar de la evidencia? Es la desinformación y las noticias falsas.
El más grande promotor de la mentira es Trump quien sigue afirmando que ganó la elección. Sus mensajes en Twitter y las declaraciones públicas son recogidas por los medios de comunicación y el mensaje es diseminado en cámaras de resonancia en las redes sociales. De tal suerte que un ciudadano que sigue sólo voces que repiten una versión de la historia, es un blanco perfecto de la manipulación. En 2016, dicha práctica influyó en la victoria de Trump. En 2020, la desinformación está minando la legitimidad del próximo presidente que ganó con 306 delegados electorales, frente a 232 del perdedor. Dicho de otra forma, Biden tuvo 7 millones de votos más que su adversario.
También, como muestra de la cobardía y el oportunismo de los políticos, el liderazgo republicano en el Congreso rehusó reconocer la victoria de Biden. En parte, por temor a la popularidad de Trump con su base electoral, pero también porque quieren posicionarse para negociar con la próxima administración. Mientras tanto las instituciones democráticas, la transición pacífica del poder y la civilidad caen por la borda. El daño es equiparable a dinamitar las columnas de un edificio donde uno se encuentra con tal de sacar un beneficio de corto plazo.
La manipulación informativa está resquebrajando los procesos democráticos aún donde no hay lugar para la controversia. Por ello, para mantener la civilidad es vital reformar los medios digitales. Esto significa alterar el modelo de negocios del que estas plataformas viven basadas en la adicción de sus suscriptores, las reacciones de inflamar los ánimos, y el encierro de la audiencia en corrales con sesgos informativos.
Las redes y medios digitales son la última expresión de la democratización de la información. Por ello, deben ser preservadas para el libre flujo de ideas, pero no ser usadas para difundir odio, discriminación y mentiras. Todo el mundo tiene derecho a tener una opinión, pero no todos podemos vivir en realidades distintas -algunas edificadas exclusivamente con falacias.
Los dueños de las plataformas digitales deben asumir su responsabilidad eliminando campañas de desinformación, especialmente cuando se trata de publicidad pagada. El anonimato de los usuarios debe ser erradicado pues se abusa para calumniar, amenazar o difamar, y quienes deliberadamente esparcen mentiras y confusión deben perder el privilegio de usar estas plataformas o quizá enfrentar responsabilidad legal.
Biden debe convocar a una cumbre global para reformar la operación de las plataformas digitales para que sea el mundo y no un gobernante, quien decida cómo proteger la libertad de expresión, al tiempo que se evita el exceso que está minando nuestra forma de vida. De esto depende el futuro de nuestras sociedades, nada menos está en juego.