Chicago, Illinois. - Las detenciones de inmigrantes en la frontera sur de Estados Unidos está en los niveles más altos en los últimos años. Tan solo en la mitad de septiembre se reportan 142,000 detenciones, casi la misma figura del total del mes anterior que ya era muy preocupante. El drama humano de miles de personas que sufren el viacrucis del viaje hacia la promesa de una vida mejor es evidente en México y Estados Unidos.
Además del lacerante sufrimiento humano, se cocina una crisis política ante la emergencia. Una encuesta de ABC y The Washington Post señala que la aprobación del presidente Joe Biden está por los suelos, según el estudio, el 62% de los estadounidenses reprueba el manejo del gobierno de los flujos migratorios.
Por ello no sorprende que otra encuesta de NBC muestra que la gente cree que un gobierno republicano manejaría mejor la seguridad fronteriza, la inmigración, la delincuencia y el desempeño de la economía, todos temas que preocupan al ciudadano común pues tienen un efecto en todo el país.
Históricamente, los efectos de la migración se sentían en los estados fronterizos, pero ahora los refugiados se desplazan a urbes más amigables de inclinación demócrata, y por los traslados de inmigrantes realizados por gobernadores republicanos de Texas y la Florida a enclaves liberales. El mensaje es, si ustedes dan la bienvenida a la inmigración irregular entonces lidien también con el problema.
En este punto, es necesario reflexionar sobre las causas del fenómeno, así como denunciar las pésimas políticas públicas implementadas en naciones receptoras, todo alimentado por la hipocresía e intereses políticos.
Comencemos con el origen. ¿Por qué miles de personas están dispuestas a dejarlo todo y emprender una jornada de sufrimiento? Esta oleada migrante inicia por el fracaso de naciones como Venezuela, Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y México para ofrecer oportunidades a sus ciudadanos. Así mismo, la violencia es un factor que obliga a familias completas a arriesgar la vida para escapar del horror cotidiano.
En gobiernos tiránicos el demagogo en turno culpa las desgracias domésticas a entes externos, y usa la victimización para ocultar el fracaso de sus políticas incapaces de generar crecimiento económico. Nicaragua y Venezuela son representativas, pues se estima que al menos 7 millones de venezolanos han dejado su país para refugiarse en naciones sudamericanas, Estados Unidos y España, por poner un ejemplo.
El otro elemento es la hipocresía prevalente en naciones receptoras como Estados Unidos. La demagogia rechaza implementar políticas realistas que usen datos independientes para permitir flujos ordenados donde la mano de obra es necesaria. Las compuertas de la migración deben observar al ciclo económico recibiendo más almas en tiempos de expansión y limitando la entrada cuando la economía pasa por malos momentos, o ante situaciones extraordinarias como desastres naturales.
Ante la ausencia de un entramado que regule la migración con criterios apolíticos, el cinismo se impone demonizando a migrantes equiparándolos con terroristas, y también exhibe la retórica de quienes dicen ser “santuario para inmigrantes” para recular y rechazarlos cuando arriban en masa. Son immigrant-lovers pero solo en los bueyes de mi compadre.
Por su posición en el mundo, Estados Unidos debe liderar una política que incluya la movilidad laboral continental con migración legal administrada desde el origen. Así mismo, debe evaluar los esfuerzos de las naciones expulsoras para medir su progreso. Si estos países no cumplen con su parte, violan los derechos humanos, fomentan la corrupción y no se ajustan a un estado de derecho, hay que cerrarles las compuertas de la migración y el comercio internacional, pues es inaceptable que otros resuelvan la irresponsabilidad sistémica del origen del fenómeno.
Periodista. @ARLOpinion