Chicago, Illinois.— La avalancha de votos a favor del Partido Republicano en las elecciones intermedias no llegó. El control del Congreso aún estaba en suspenso al momento de escribir estas líneas, no obstante, es muy probable que la Cámara de Representantes sea dominada por los conservadores pues sólo les faltaban siete escaños, mientras que los demócratas necesitaban 19.

Por su parte, el control del Senado podría definirse hasta diciembre con la segunda vuelta entre los candidatos en Georgia, pero considerando que el partido en el poder podría retener el escaño que tiene en Arizona, así como van las tendencias.

Como no llegó la aplanadora, los encabezados se burlan de la ineficacia conservadora determinada por el lastre que es el expresidente Donald Trump. También, la mayoría de “analistas” se regordean al repetir frases como “no hubo marea roja (republicana)” ante el fracaso de sus expectativas electorales.

El problema con esta evaluación es que los sentimientos nublan la razón al no entender que, si bien, Trump mostró debilidad con los malos candidatos que apoyó, también hay que entender que hubo decenas de sus simpatizantes que sí fueron electos. Este pequeño grupo de radicales para quienes sólo importa el dogma a su caudillo y no la razón ni la evidencia serán clave en la dirección legislativa de la esperada delgada mayoría republicana en la Cámara Baja.

El líder de los republicanos en la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, ya anunció su deseo de ser el próximo “Speaker” de ese cuerpo legislativo, ambición que lo ha llevado a conducirse sin ética ni principios. Pero el que a hierro mata, a hierro muere. McCarthy podría liderar una mayoría de menos de 10 legisladores. Es decir, aún consiguiendo el título deseado, el político que representa un distrito de California será rehén de los comportamientos exóticos de los irracionales leales a Trump.

Así, el deseo de señalar al exmandatario como un perdedor nubla la visión de la “inteligencia” para advertir el poco margen de maniobra que este país tendrá para ser gobernable. Esta gobernabilidad es entendida como la clara dirección que se espera de los líderes en una república. Y el mal desempeño de los republicanos en la elección intermedia vaticinan dos años muy complicados hacia la carrera presidencial de 2024.

Hoy, a muchos se les hace agua la boca que Trump sea derrotado al buscar la candidatura por la estrella ascendente que es el gobernador de la Florida, Ron DeSantis. Creen que, al exhibir debilidad, Trump hará un coraje y se irá a su casa con la cola entre las patas.

¡Ilusos! El expresidente es un megalómano incapaz de reconocer su responsabilidad en nada que no le favorezca. Ahora mismo culpa de la derrota de sus candidatos a sus asesores, a su amigo de Fox News, Sean Hannity, y hasta a su esposa. Este hombre no es fiel a ningún principio, doctrina, ideología ni partido. Por el contrario, usará a sus simpatizantes en posiciones en el gobierno y a ciudadanos comunes para promoverse así genere inestabilidad para todos.

Esto anticipa una guerra intestina en el Partido Republicano al definir quién abanderará la carrera presidencial. Pero en lo inmediato, la rebatinga hará que la nueva mayoría legislativa sea disfuncional, y dará más influencia a hombres y mujeres con ideas y comportamientos peligrosos para la nación y para el mundo.

La elección intermedia no fue una aplanadora republicana, a pesar de ello, sí será un dique para el presidente Biden, y amplificará la voz de un grupo de loquitos al determinar el rumbo de este país. Son tiempos difíciles los que nos esperan.

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Periodista
@ARLOpinion


 

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