Chicago, Illinois. – El gobierno del presidente Joe Biden ha sido muy exitoso en impulsar sus políticas entre las que se encuentran: un plan masivo de infraestructura, múltiples estímulos para reactivar la economía por el COVID-19, y una inversión sin precedente en energías limpias y tecnologías encaminadas a reducir el impacto ambiental de Estados Unidos.

Aquí aclaro, estos éxitos no son necesariamente de mi agrado, especialmente el inundar la economía con efectivo en estímulos que causó parcialmente la espiral inflacionaria que hoy tratamos de contener. No obstante, en lo que sí ha fracasado el presidente es en su manejo de la inmigración y el control en la frontera sur. De esto sus rivales políticos han tomado nota y capitalizan esta debilidad de camino a la elección presidencial de 2024.

Una encuesta reciente de Gallup encontró que el 63% de los estadounidenses están insatisfechos con la política migratoria, y 40% quieren ver menos inmigrantes en el país. Incluso entre los demócratas hay un aumento en esta insatisfacción que actualmente es del 19% por sólo el 2% en 2021. Incluso, el prominente legislador demócrata Peter Aguilar dijo en una entrevista que la calificación de Biden sobre la frontera es “incompleta”, término que evita condenar, pero que definitivamente no muestra confianza o apoyo.

Según el Pew Research Center, en los últimos meses de 2022, la Patrulla Fronteriza tuvo más de 200,000 “encuentros” con migrantes al mes, una cifra no vista desde el principio del siglo. De estos cruces ilegales, 65% provienen de países distintos a México y Norteamérica, que es claramente alimentado por la crisis humanitaria de los centroamericanos que buscan asilo.

A pesar de que los mexicanos llegamos a tener una tasa cero de inmigración al norte (entendida como un número igual de connacionales que entraban al que salían de Estados Unidos) durante los años del considerado “incompetente” presidente Peña Nieto, hoy la migración mexicana ha aumentado 268% desde 2019, promediando más de 2,000 cruces al día. Es decir, además de miles de familias buscando asilo, también detienen a miles adultos que viajan solos, estos últimos son los nuestros.

Esta tendencia migratoria ha sido denunciada por los medios conservadores desde el inicio de esta administración, claramente con fines políticos. No obstante, la realidad les otorga municiones. Por ello, el nuevo líder de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, hará esta semana un viaje a la frontera con otros congresistas. La visita dará teatralidad a un drama humano para fustigar la incapacidad del gobierno.

La situación puede explicar la inexplicable tolerancia, desde mi punto de vista, del presidente Biden con el mandatario de México, López Obrador. Así como el entonces presidente Bill Clinton dijo “es la economía, estúpido”, cuando ese era el tema que dominaba las mentes de los estadounidenses, Biden sabe que en su capacidad de detener el flujo migrante depende el éxito de sus políticas y de que los demócratas retengan el poder en 2024.

Quizá por eso, esta administración y la anterior han suscrito acuerdos en sigilo con sus contrapartes mexicanas para detener el ingreso de solicitantes de asilo, asfixiándolos con largas esperas en ciudades fronterizas mexicanas, rompiendo caravanas de camino al norte, o usando las fuerzas armadas para contener los cruces en la frontera sur de México.

A pesar de que hay temas de seguridad nacional más serios que el potencial riesgo de los cruces migratorios, Biden está decidido a hacer lo que sea necesario para aliviar la óptica que apunta a que perdió el control de la frontera sur, aunque eso signifique aguantar las bravuconerías y desplantes de su homólogo del sur.


Periodista. @ARLOpinion 

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