Chicago, Illinois. – La victoria de los candidatos demócratas al Senado en el estado de Georgia, Jon Ossoff y David Perdue, inclinaron la balanza del poder en Estados Unidos. Gracias al resultado, los demócratas controlarán el poder legislativo y la presidencia. Con ello, aumentan las posibilidades de que la administración del nuevo presidente, Joe Biden, impulse su agenda.
El control del gobierno es débil, el senado cuenta con 50 legisladores republicanos y 50 demócratas, pero en caso de un empate la próxima vicepresidenta, Kamala Harris, está facultada para dar el voto decisivo. En la Cámara de Representantes, los demócratas conservaron la mayoría, pero sólo con cuatro escaños. Esta realidad dificulta la aprobación de legislaciones controvertidas y hace vulnerable al partido en el poder.
No obstante, poseer la mayoría en el parlamento abre la puerta para que Biden consiga aumentar los impuestos a ricos y corporaciones, una aspiración liberal que se antoja necesaria ante la debilidad fiscal que deja el endeudamiento ocasionado por la pandemia, así como el pésimo manejo del otro virus, Trump, sobre las finanzas públicas. El efecto regresivo en la economía por incrementar las contribuciones puede, sin embargo, ser moderado al establecer la confianza en un gobierno profesional que promueve oportunidades.
El combate al cambio climático es una necesidad para proteger nuestra existencia y la estabilidad mundial pero también es una coyuntura positiva. Biden prometió invertir dos billones de dólares en medidas que reduzcan las emisiones invernadero. Entre éstas está modernizar 4 millones de edificios para reducir su consumo energético. En un país de frio extremo en invierno y calor calcinante en verano, esto significa renovar equipos de clima artificial, cambiar ventanas e aislar paredes para conservar temperaturas estables dentro de un inmueble usando menos energía. En pocas palabras, grandes oportunidades de negocios surgirán siempre y cuando se sigan lineamientos de eficiencia energética.
Biden deberá pactar con los republicanos moderados ansiosos de olvidar la pesadilla trumpista en temas de interés común como un plan de infraestructura, que prometió, pero nunca logró el hombre del copete. Las carreteras y puentes edificados hace décadas requieren ser reemplazados en todo el país. Estas inversiones generan empleos entre los proveedores de materiales y con la mano de obra que ejecuta los proyectos. Invertir en infraestructura es necesario en territorios republicanos y demócratas, por lo que se puede apelar al bipartidismo.
Otros temas más controversiales donde conciliar las pasiones en el Congreso será más complicado incluyen: la reforma migratoria, renovar el acceso a cuidados de salud ofreciendo una opción pública (no un mandato), limitar el acceso a las armas de poder, etc. En estos renglones los demócratas y el presidente deberán elegir las batallas que darán y estar listos para ejercer el poder con su mayoría legislativa.
El punto es que el pueblo estadounidense no le dio un cheque en blanco a la nueva administración para que haga lo que le venga en gana. Por ello, deberán gobernar con un espíritu de unidad y conciliación, no de imposición. Hay que recordar que 74 millones de estadounidenses votaron por el infame Trump. Y estos votantes como los independientes desprecian los extremos como las políticas ultraliberales.
La próxima elección legislativa será en 2022, por lo que Biden tiene el tiempo contado para definir sus prioridades políticas, restaurar la confianza en el gobierno y los valores de esta nación, mientras que debe ser firme al defender los temas esenciales. Un buen comienzo sería proteger a toda costa la democracia y la libertad de sus muchos detractores.